Ciertos pasajes de las Cartas de san Pablo a los Colosenses, a los Tesalonicenses, a Timoteo, a Tito y a Filemón cobraron una importancia decisiva en los debates doctrinales y morales de la Iglesia, aunque los comentarios patrísticos no sean tan extensos como los referidos a las cartas mayores. Sobre todo en controversias con los gnósticos y los arrianos no hay texto cristológico más comentado que el contenido en Col 1, 15-20, donde se proclama que Jesús es "la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación". En otros textos que salpican las cartas pastorales, los Santos Padres hallaron un gran apoyo para fundamentar la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo, lo mismo que para poner de manifiesto la unión total de la humanidad y la divinidad en el único Redentor, "el único mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre" (1 Tm 2, 5). Los primeros comentaristas cristianos también vieron en estas cartas, cuya autoría paulina se dio por sentada, importantes doctrinas éticas y morales, a la vez que cualidades expresas que requieren en los candidatos al ministerio sacerdotal.
Fundamental entre los comentaristas orientales y ampliamente tratado a lo largo de este volumen es Juan Crisótomo, elogiado por su intuición pastoral y por su sagaz y generosa empatía con el apóstol Pablo. Otros comentaristas griegos, cuya obra citamos son: Teodoreto de Ciro, Teodoro de Mopsuestia, Severiano de Gábala, Ignacio de Antioquía, Justino Mártir, Ireneo de Lyón, Clemente de Alejandría, Atanasio, Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa. Entre los comentaristas occidentales destaca Agustín, junto al cual aparecen las obras del Ambrosiáster, Pelagio, Jerónimo, Hipólito, Tertuliano, Novaciano, Cipriano de Cartago, Hilario de Poitiers y Ambrosio entre otros. De especial interés por su intuición y devoción son igualmente las obras de Afraates, Efrén el Sirio, Isaac de Nínive y Filoxeno de Mabburg.