Hay un hilo conductor que atraviesa todo el magisterio de Francisco: el tema de la justicia, que, para el Papa, es el otro nombre de la misericordia, del amor. «El bien es contagioso», escribe Bergoglio. «Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social». Para el pontífice argentino, todas nuestras acciones tienen consecuencias y hasta el más pequeño fragmento de inmoralidad que haya anidado en las estructuras de la sociedad contiene siempre un potencial de destrucción y de muerte. Pero hay también otra «justicia» a la que Francisco no se cansa de referirse: si vivimos según la ley del «ojo por ojo y diente por diente», nunca saldremos de la espiral del odio. Solo la ley de Jesús –que perdonó a sus asesinos desde lo alto de la cruz– puede salvarnos, anunciando un juicio sobre nuestra vida terrena en el horizonte misterioso del Amor incondicionado: la Misericordia. El lector encontrará en este evangelio de la justicia un itinerario rico en sugerencias que le permitirán orientar sus propios deseos, sus propias opciones y su propia acción cotidiana en el mundo.
JORGE MARIO BERGOGLIO nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Desde el 13 de marzo de 2013 es obispo de Roma y sucesor número doscientos sesenta y seis del primero de los apóstoles. Tras haber sido creado cardenal en 2001 por el papa Juan Pablo II, fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cargo que desempeñó de 2005 a 2011. Como cardenal, no dejó nunca de estar cercano al pueblo, frecuentando a pie las villas miseria de Buenos Aires, subiendo el autobús como un ciudadano normal y acogiendo a todos –desde el primer ministro hasta el obrero en paro– en la austera sede de la diócesis. Su pontificado, que ha provocado una sacudida en la Iglesia católica, está poniendo las bases para una reforma dentro y fuera de ella.