Inspirándose en un proverbio flamenco según el cual «el mundo es un carro de heno del que cada uno toma lo que puede», el Bosco pintó hacia 1516 un tríptico, que hoy podemos admirar en el Museo del Prado, en cuya tabla central aparece una escena cargada de violencia, con hombres y mujeres de diversas clases sociales luchando entre sí para apoderarse de una parte del heno transportado en un enorme carro, mientras algunos caen aplastados bajo sus ruedas. Así es la triste realidad de nuestro mundo. No obstante, conviene hacer un tratamiento «científico» de la pobreza y la exclusión con el método propio de las ciencias sociales, aun cuando provoque menos pasión que la contemplación del cuadro del Bosco; y éste, a su vez, menos que la experiencia personal de quienes viven o trabajan en el cuarto mundo. Todo lo cual tiene su importancia, porque, como decía Merleau-Ponty, «uno no se convierte en revolucionario por la ciencia, sino por la indignación. La ciencia viene luego a llenar y precisar esa protesta vacía». Por eso, durante la lectura de los dos primeros capítulos convendría al menos no olvidar que tras las cifras se ocultan muchos dramas personales. Como dijo Lenin en cierta ocasión, «una muerte es una tragedia; un millón de muertes es una estadística».
A partir del capítulo 3, sin embargo, el tratamiento del tema es ya de carácter teológico y, por lo tanto, basado en la Palabra de Dios. No pensemos, sin embargo, que eso elimina de raíz el peligro de engaños. Muchos temas –desde el nivel de vida que puede permitirse un cristiano hasta las exigencias sociales para celebrar la eucaristía– nos resultarán seguramente incómodos, y estaremos tentados de recurrir a esa famosa «obediencia complicada» (que, en el fondo, es pura desobediencia) tan magistralmente desarrollada por Bonhöffer, en vez de recurrir a la «obediencia sencilla» reivindicada por el propio teólogo alemán, que nada tiene que ver con las lecturas fundamentalistas de la Biblia. Es lo que Juan Pablo II, en un contexto diferente, llamó «“ley de la gradualidad” o camino gradual», distinguiéndolo de una inaceptable «gradualidad de la ley» consistente en rebajar las exigencias de Cristo poniéndolas así al alcance de los menos esforzados, lo que, más o menos, equivaldría a la «obediencia complicada» de Bonhöffer.
LUIS GONZÁLEZ CARVAJAL SANTABÁRBARA (Madrid, 04-01-1947), Doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, ha sido Secretario General de Cáritas Española. Desde 1982 se dedica de forma prioritaria a la teología; concretamente a los temas de Iglesia y sociedad. En estos momentos es Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). Anteriormente fue profesor y Director del Instituto Superior de Pastoral, de la Universidad Pontificia de Salamanca (sede de Madrid).