Romano el Cantor nace en la ciudad de Emesa (Siria) hacia 490; es ordenado diácono hacia el año 515 en Berito –hoy Beirut–, desde donde se traslada años más tarde a la capital del Imperio, Constantinopla.
En esta ciudad recibe el don de la poesía y el talento melódico, que no lo abandonarán hasta su muerte, ocurrida después de 555 y antes de 562.
Su obra constituye un particular género literario propio de los cristianos orientales. En efecto, los kontakion (himnos breves), homilías cantadas en verso, constituyen una literatura utilizada durante los primeros siglos del Oriente cristiano y expresa una espiritualidad de altos vuelos, difícilmente superable.
En otras palabras, Romano transmite la verdad cristiana de una forma sencilla y profunda a la vez que incita al diálogo del auditorio con Dios.
Se trata de la verdad vivida; es decir, de la verdad dogmática que termina en emoción mística o contemplación amorosa, como se prefiera.
Siguiendo la liturgia bizantina, para la que Romano compuso sus himnos, éstos se dividen en dos grupos: los elaborados para las fiestas fijas del calendario religioso de Constantinopla, que son los que se ofrecen en este volumen, y los preparados para las solemnidades que se mueven en torno a la Pascua de Resurrección, más numerosos, y que ocuparán un segundo libro.
La mayoría de estos himnos se traducen por primera vez al castellano.