«La conmemoración de ciertas fechas especialmente evocadoras del amor de Cristo por nosotros suscita en el ánimo la necesidad de "anunciar las maravillas de Dios", es decir, la necesidad de evangelizar. Así, el recuerdo de la reciente celebración de los quinientos años de la llegada del mensaje evangélico a América, y el cercano jubileo con que la Iglesia celebrará los 2.000 años de la Encarnación del Hijo de Dios, son ocasiones privilegiadas en las que, de manera espontánea, brota del corazón con más fuerza nuestra gratitud hacia el Señor. Consciente de la grandeza de estos dones recibidos, la Iglesia peregrina en América desea hacer partícipe de las riquezas de la fe y de la comunión en Cristo a toda la sociedad y a cada uno de los hombres y mujeres que habitan en el suelo americano».
Bajo esta perspectiva pastoral, el papa Juan Pablo II lanza, a través de la presente exhortación apostólica, un apasionado llamamiento a mantener viva la evangelización de América. Para ello repasa, con minucioso y profundo sentido analítico, las especiales condiciones de un continente en el que aún perviven complejas situaciones de injusticia social, de alarmante precariedad económica, y de relaciones étnicas y multiconfesionales que es preciso reconducir hacia un lugar común de encuentro.