Durante los años que van de 198 a 206, Tertuliano tuvo probablemente a su cargo, como «doctor», la instrucción de los catecúmenos en la comunidad cristiana de Cartago. Sus lecciones han quedado recogidas en varios tratados breves, entre los que se cuenta este que aquí se ofrece –el De paenitentia (La penitencia)–, redactado entre 200 y 206. De la penitencia tenía que hablar tanto a los catecúmenos que se preparaban para el bautismo como a los bautizados que habían pecado gravemente. La Iglesia comenzaba entonces a enfrentarse con el problema del pecado en sus miembros, y Tertuliano es un testigo de todo ello. A través de este tratado conocemos el plan de acción de la Iglesia, sus objetivos, sus temores, sus exigencias, su praxis penitencial y, por encima de todo, su doctrina. Años más tarde, entre 217 y 222, Tertuliano vuelve al tema redactando otro breve tratado, que también se ofrece aquí, el De pudicitia (La pudicicia), pero el enfoque es completamente distinto, porque en ese momento se ha adherido ya al montanismo, un movimiento carismático de restauración que lo empuja a posiciones de rigor. El tratado está concebido desde la polémica con los católicos de la «magna Iglesia», acusados de laxismo. A través de la polémica van apareciendo temas fundamentales de la teología penitencial: Dios y el pecado, tipos de pecados, interpretación de las parábolas evangélicas de la misericordia (Lc 15), el rigor de san Pablo con los adúlteros, posibilidades de perdón para los pecados más graves en la Iglesia, sus ministros, el puesto de Pedro, el perdón de la Iglesia y el perdón de Dios, los mártires y el perdón de los pecados. Se está buscando ahora recuperar el sacramento de la penitencia –o de la reconciliación–, que se encuentra exangüe; pero, para lograrlo con más sentido y profundidad, convendría volver a las fuentes, y Tertuliano es una muy destacada: lo mismo que fue el primero en elaborar una teología del bautismo, fue también el primero en elaborar una teología del sacramento de la penitencia.