Lo mejor, lo más elocuente y clarificador que el lector encontrará en este libro, será descubrir en el comentario al evangelio de cada día el cumplimiento de un texto genial de san Juan de la Cruz, que dejó escrito que Dios le dice a cada lector:
Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos solo en él, porque en él te lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pide y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él los ojos, lo hallarás en todo; porque él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, dándoosle por hermano, compañero y maestro, precio y premio.
(Subida al Monte Carmelo, 2, 22).
En Jesús, Dios nos dice cada día todo cuanto nos tiene que decir. El problema está en nosotros, que, con demasiada frecuencia, ponemos nuestra atención y nuestros intereses en otras cosas, que poco o nada tienen que ver con el Evangelio.