La personalidad de Ambrosio de Milán emerge en la historia del pensamiento patrístico como uno de los Padres de la Iglesia que tuvieron un lugar más destacado en la vida cristiana de Occidente. Nacido en Tréveris hacia el año 340, se traslada a Roma en 354 y es nombrado gobernador de Liguria y de Emilia en 370. En el año 374, siendo todavía gobernador y sin haber recibido el bautismo, fue elegido obispo de Milán.
La obra que tenemos el gusto de ofrecer al lector es su célebre tratado De officiis, que hemos traducido por Los deberes. El título de este tratado ambrosiano es el mismo de otros autores clásicos latinos, como Cicerón, Séneca y Suetonio. Es más, Ambrosio tendrá a la vista sobre todo el modelo ciceroniano.
El presente tratado está dirigido por el obispo de Milán a sus «hijos espirituales», siguiendo en esto, de modo semejante, la dedicatoria del tratado De officiis del maestro de Arpino a su hijo Marco. Esta finalidad formativa es una de las claves de lectura del presente escrito, tal vez la más relevante, que nos permite calibrar la importancia de la aportación ambrosiana.
Es claro para Ambrosio que el modelo del cristiano está fundamentado en las virtudes humanas, aunque, como hacen otros Padres de la Iglesia, este basamento se ve enriquecido por las virtudes sobrenaturales recibidas en el bautismo.
Otro aspecto que está presente en Cicerón y en Ambrosio es la necesidad de utilizar las virtudes no solo como soporte de una personalidad arquetípica, sino como la única forma de hacer que esos hábitos se hagan operativos.
También queda muy patente la gran valoración que hace Ambrosio de los ejemplos de vida (exempla), que tienen delante una realidad histórica bien precisa al tratarse de figuras que se encuentran en la Sagrada Escritura.