Peter Seewald narra cómo en su juventud dejó la Iglesia y cómo con el paso del tiempo volvió a plantearse la búsqueda de sentido en la vida.
"No sé cuándo comencé a pensar de nuevo en Dios. Es posible que fuera con ocasión de una boda, cuando hay que ir a la iglesia porque los novios desean un escenario romántico. Allí, sentado en la nave, con las manos juntas, y, aburrido, uno comienza a observar la bóveda barroca, donde unos angelotes gordinflones trenzan una corona alrededor de la Virgen. Pero quizá también se debiera a una canción que oí, "All the lonely people", de los Beatles, que dio exactamente con mi estado de ánimo: un cierto cansancio y sentimiento de estar perdido, porque todo se repetía sin sentido y los días pasaban desmadejándose como un carrete que ya no puede volverse a enrollar y que al final se queda desbobinado: se acabó.
Cuando comencé a pensar de nuevo en Dios, me pareció como una aventura, un desafío necesario para dar emoción a la vida. Para mí, a partir de un determinado momento, una vida sin fe no solo me habría sabido a poco, sino que también habría sido demasiado burguesa y vacía, como la versión mínima de la existencia humana".
En este libro, Peter Seewald narra cómo abandonó en su juventud la Iglesia y cómo, con el tiempo, volvió a plantearse la búsqueda de un sentido a la vida; especialmente importante le parecía la cuestión cultural: adónde iba una sociedad sin Dios. El encuentro con el entonces Cardenal Ratzinger fue un último empujón para decidirse a volver al seno de la Iglesia.
¿Qué es lo que hace que un antiguo comunista, tras más de dos décadas de alejamiento, comience a pensar de nuevo en Dios? Un testimonio profundo sobre los valores y contradicciones de una época.