Pedro Ballester Arenas falleció en Manchester, a los 21 años, víctima de un osteosarcoma. Tuvo una vida ordinaria, que dejó una huella extraordinaria. En su funeral, el cardenal Arthur Roche explicaba: «Pedro tocó las vidas de muchas personas que ni siquiera él llegó a conocer, con su paciente, alegre y atractiva capacidad de superar, lleno de fe, estos tres años de enfermedad, sin quejarse y con una valentía que da testimonio de la belleza de la vida… Cuando Pedrito se comprometió como numerario del Opus Dei, con la generosidad característica de la juventud, no era consciente de cómo le llamaría el Señor a seguir sus pasos compartiendo su Cruz y dando su vida por los demás. Cada mañana al levantarse, incluso desde la cama del hospital cuando podía, besaba el suelo y repetía el lema de san Miguel Arcángel: “Serviam!” – ¡Serviré! Y eso es lo que hizo con su vida, con gran magnanimidad, con paciencia y buen humor».