El miedo es un sentimiento indisociable del hecho de vivir, y cumple su impagable oficio de custodiar nuestras vidas. Cuando algún peligro nos acecha, el miedo nos avisa para que tomemos precauciones. Pero con frecuencia exageramos nuestro miedo o concebimos miedos imaginarios, fobias, patologías del miedo. Estos son miedos "enemigos de la vida" y, desde la mente y las emociones de cada uno, pueden dañarnos más que las amenazas y los peligros reales. Todos podemos ser víctimas de nuestro miedo y de los miedos ajenos, e igualmente podemos ser verdugos de los demás provocándoles miedo.
La pregunta de si no será éste el siglo de los miedos, brota de los hechos y las crisis que ya han sembrado de horrores el mundo en la primera década de nuestro siglo XXI. El 11-S en Nueeva York, el 11-M en Madrid y el 11-J en Londres, las crisis energética, ecológica y alimentaria, que, como "jinetes del Apocalipsis", azotan de hambre a más de mil millones de personas y agravan los trágicos efectos del desequilibrio climático que amenaza a todas las formas de vida en el planeta, la crisis económica mundial con su secuela de paro y empobrecimiento, la creciente violencia de género con el feminicidio, las espeluznantes matanzas diarias del narcotráfico en México y muchos otros países de Latinoamérica... ¿Cómo no sentir miedo ante ese panorama?
Ahora vivimos bajo el síndrome del miedo. Los humanos nos hemos vuelto más vulnerables al miedo, a la ansiedad, a la frustración y al desequilibrio emocional, al estrés y la depresión. La complejidad de la vida actual nos presiona de mil modos. A todos nos conviene manejar bien nuestros "miedos amigos de la vida", y evitar o superar nuestros miedos enemigos. Debemos liberarnos del exceso de miedo que nos hunde, nos ciega y nos hace violentos. Y a los cristianos nos iluminará y nos alentará saber lo que hizo Jesús ante el miedo en su experiencia humana; cómo manejó él sus miedos, qué aconsejaba a sus discípulos cuando los veía paralizados por el miedo y a qué tuvo Jesús hacia el final de su vida un miedo mortal y cómo lo superó.
Es sorprendente la novedad que ofrecen los evangelios cuando se contempla en ellos la experiencia que vivió Jesús de nuestras emociones humanas más básicas y comunes, el sufrimiento, la esperanza, la alegría, el amor, la tentación, y también el miedo. Jesús vivió esos sentimientos abriendo camino a todos en nuestra condición humana, hacia una vivencia positiva y feliz de nuestros propios sentimientos y emociones. Jesús inició en su vida histórica lo que alguien ha llamado con acierto "una revolución de la condición humana", de nuestros sentimientos y emociones; la revolución del corazón. Y se ha comprobado ya que sin hacer efectiva en la historia la revolución del corazón humano, todas las revoluciones ideológicas y políticas acaban fracasando. El Dios de Jesús quiere que de verdad seamos felices. Y Jesús, cuyo evangelio del reino de Dios es la referencia esencial insustituible para toda Iglesia cristiana, insiste en decirnos: ¡No temáis, no tengáis miedo! ¿Todavía no tenéis fe?.