"Sólo cuando redescubramos a los Santos podremos igualmente reencontrarnos con la Iglesia". Esta idea del Cardenal Joseph Ratzinger late en el fondo de estas homilías, que nos impresionan fuertemente por su profundidad. Merced al conocimiento de los cristianos cuya santidad es reconocida públicamente por la Iglesia, podremos comprender con más hondura los retos de nuestro tiempo: examinarnos y purificarnos a la luz de sus vidas, y percibir a través de ellos la cercanía de Dios.
Haciendo esto, no sólo cumpliremos un deber, sino que, sobre todo, recibiremos un estímulo poderoso.
«La Iglesia experimenta concretamente lo que es y debe ser al mirar a María. Ella es su espejo, la medida pura de su ser, porque es totalmente a la medida de Cristo y de Dios, está `plenamente habitada` por él. ¿Y qué sentido tiene el que exista una ecclesia, si no es el de convertirse en morada de Dios en el mundo? Dios no actúa con abstracciones. Es persona, y la Iglesia es persona. Cuanto más nos hacemos personas, cada uno de nosotros, persona en el sentido de habitable para Dios, de Hija de Sión, tanto más nos hacemos uno, y más somos Iglesia, y más es la Iglesia ella misma».