Este libro pretende hablar de la verdad del dolor, pero no como podría hacerlo un filósofo, sino más bien un creyente cristiano. En efecto, la referencia continua que mantendremos entre nuestras manos, la estrella polar en que se fijarán nuestros ojos será siempre la Palabra de Dios. Esta Palabra no nos revela de manera integral el misterio del dolor, no hace desaparecer por completo las tinieblas ni cancela el drama, pero si abre resquicios luminosos y, sobre todo, confía el sufrimiento y el mal a Otro que está con nosotros, pero que está también por encima de nosotros.