¿Con qué actitud, de qué manera contestamos a la llamada de Dios, cuando este está a nuestra puerta? Sólo desde la humildad sincera podremos alcanzar la auténtica libertad de los hijos de Dios, desprovistos de toda soberbia. Una humildad que encontramos presente, como modelo perfecto, en la Virgen María. Una humildad que nos lleva a ser como niños, a mirar como niños, pues sólo desde la infancia espiritual podremos desterrar la desconfianza sobre la capacidad de alcanzar la verdad, el desaliento ante nuestras limitaciones y las de nuestros prójimos, la angustia ante los males del mundo y, en definitiva, la desesperanza.