El lector encontrará en el libro una gran idea: la vida de un cristiano no tiene sentido si no cumple el mandato de Cristo de acercar a Dios a sus iguales. El autor se propuso la tarea de poner de relieve que el cristiano no sería buen cristiano a menos que se volcara en una presencia activa en medio de los hombres y en la sociedad misma; pero, por otra parte, llegaría indefectiblemente al propio agostamiento, si no atendiera al cuidado de su propia alma, es decir, si no tuviese la continua preocupación de estar unido a la vida, de la cual él es sólo un sarmiento. Los frutos dependen de esta unión, pues, sin la savia, el sarmiento se seca.