Si lo pensamos bien, resultan sorprendentes ls peculiares caracterísiticas del lenguaje, no menos el hecho de hablar. Con las palabras conservamos la memoria de un pueblo o de una familia, transmitimos historias, declaramos la guerra y hacemos las paces, expresamos sentimientos, insultamos, rezamos. La filosofía, saber reflexivo por excelencia, no ha considerado nunca obvia esta actividad tan central en el ser humano y se ha preguntado por su razón de ser, así como por nuestro modo de referirnos a las cosas utilizando el lenguaje. Los filósofos clásicos se ocuparon de este tema que, desde finales del siglo XIX, ha venido a ocupar un lugar central en la reflexión filosófica. En los albores del siglo XX la filosofía dio un "giro lingüístico" centrando su atención en el lenguaje y replanteando los viejos problemas de la filosofía en términos lingüísticos.