Las virtudes pueden ser una ayuda, pero también un obstáculo, un límite, un estorbo. En ese caso, no pocos optan por considerarlas algo ornamental. El juicio de prudencia se reduce entonces a la simple toma de decisiones, sin mapas ni códigos. Frente a esa opinión, el autor defiende la primacía de la persona y el respeto de su dignidad e integridad, como límite infranqueable de cualquier actividad biotecnocientífica. La bioética que propone no suprime las normas y llega aún más lejos, al no perder de vista el elemento esencial de la ética: la felicidad, el bien.
Una vida fructífera y buena exige la santidad, un fortalecimiento del amor y de la unión con Dios, el reconocimiento de su misericordia en la vida del hombre. Sólo una vida religiosa, como dirá Goethe, es una vida productiva.Esta experiencia nos llevará a vivir y manifestar el amor de Dios al prójimo, sin el cual no sólo traicionaríamos nuestra más profunda naturaleza sino que incluso sería imposible cualquier ulterior santidad. Este es el sobrio diagnóstico que realiza el sacerdote, moralista y ensayista, Roberto Esteban Duque, en un texto que comienza abordando el enfoque antropológico y cultural, histórico y filosófico de la santidad, para continuar con la necesaria enfatización, realizad por el Concilio Vaticano II, de la exigencia y obligatoriedad de la llamada universal hacia la perfección como único modo de vida posible y fin absoluto del hombre a la luz de la Revelación. Después de proponer los medios generales de santificación, válidos para los cristianos de cualquier épo-ca, y considerar la unión con Cristo como criterio de santidad, el autor realiza una inspiradora sinopsis de la experiencia de varios testigos capaces de descubrir en el sufrimiento un lugar de santificación.
Teología Moral Especial aborda la comprensión teológica del hombre, creado para la gloria de Dios, como el arranque lógico de la dimensión moral de la existencia humana. Es la persona trascendida lo que proporciona sentido a la dimensión ética de la existencia cristiana. De esta manera, la condición finalista de la acción moral constituye un tema de importancia radical. Se ocupa del matrimonio y de la familia como el ámbito donde el hombre realiza, después de las relaciones con Dios, su dimensión ética fundamental. La libertad del hombre se encuentra ante una insoslayable tarea moral que ni el legislador, la cultura o la ideología, pueden sofocar: mantener el bien de la unidad entre diferencia sexual, amor y fecundidad. La Bioética es el ámbito donde se plantea la cuestión fundamental: «si el hombre es producto de sí mismo o depende de Dios», si la razón está o no abierta a la trascendencia, si la identidad de la vida responde al criterio último de la autonomía humana o comporta «la acción creadora de Dios».