Este libro se escribe desde la atalaya de vivencias personales. Se deja acompañar de una sosegada observación y de una inmensa reflexión. El panorama que contempla se refiere a hombres y mujeres que cuajan su madurez en sus años de ancianidad. Unos transitan su presencia por los espacios abiertos de la ciudad; otros rezuman su reflexión en su piso familiar, el hospital o la residencia geriátrica. En principio, se intenta armar un cálido cestillo para recoger y plasmar situaciones objetivas, testificar vivencias reales y mostrar aspectos subjetivos de quienes cursan su particular carrera de ancianidad. Uno piensa que acercarse reflexivamente a estas realidades de madurez resulta interesante desde una expectativa existencial, real y concreta, y no sólo para los protagonistas directos —mayores, ancianos—, sino también para los acompañantes cercanos, familiares, parientes, amigos.