Ante el deterioro de nuestro planeta son muchas las voces que se alzan pidiendo un gesto de responsabilidad. Estas páginas recorren, a grandes zancadas, la historia cristiana, entreviendo entre sus pliegues los signos de un respeto a la creación que viene exigido por la misma fe cristiana. Esos signos son innumerables y tan sólo unos pocos han podido ser recogidos aquí. Nuestra reflexión, explícitamente creyente, es una invitación a colaborar en la tarea de conservar para el futuro el mundo creado que nos ha sido concedido como hogar. También, estas páginas quieren tender un puente, sencillo y «ecológico» entre la contemplación y la acción. El mundo creado es para los cristianos un libro en el que nos habla Dios, pero es también un interlocutor que nos dirige algunas urgentes demandas éticas.