Desde la introducción:
El proyecto de un viaje siempre empieza en la imaginación, nunca en los mapas.
Si partimos de la idea central de que todo viaje es interior, las ciudades, los templos, los paisajes, los ríos, el mar, las montañas, las plazas, las calles y las gentes que vemos y por donde pasamos, sólo son un pretexto, un soporte material sobre el que proyectamos nuestras ideas inquietudes o anhelos. Acaso son sombras en la caverna de Platón. Pero hay veces, las más, en las que movemos conscientemente el soporte y nos desviamos del camino que proyectamos en un principio: esto es la improvisación del viaje, el gusto por la aventura más allá de los preestablecido. Lo importante entonces no es dónde vamos, sino los ojos y la mirada con que lo vemos. La meta está en el propio camino y no en el destino que fijan los mapas, la historia, las costumbres o la convencional agencia.