Así era don Javier. En su corazón sacerdotal cabían todos. A cada uno le hacía sentirse como si solo él existiera en el mundo: tanto en una conversación personal más pausada como en un encuentro fortuito. Qué le movía, cuál era el resorte más profundo que le impulsaba a preocuparse de los demás? La respuesta no puede ser otra: su relación íntima, personal, viva, con Jesucristo, en el Pan y en la Palabra .(Del discurso de Mons. Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei).