Guiado por la excepcional pluma de Pemán, el lector se acercará a María desde una perspectiva nueva, íntima, recorriendo con Ella los acontecimientos que marcaron su vida.
María fue la grande, la suprema contemplativa. Cuando el Evangelio -apenas un par de veces- se vence e inclina hacia la intimidad de María, la pluma de Lucas anota sobriamente: ´María, empero, conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón´. Así (2, 19), después del nacimiento maravilloso: ´Y su madre conservaba estas cosas en su corazón´. Así (2, 51), al hallarlo en el Templo. Y así, seguramente, aunque no se nos diga, en todos los demás pasos de la vida de Jesús a los que Ella asistió o a los que conoció por la referencia de los discípulos que no tendrían a la Madre ausente de los sucesos del Hijo.
Este libro no tiene otro propósito que ese: vislumbrar, aunque sea temerariamente, esas cosas que María guardaba en su ´corazón´. El corazón es la víscera carnal donde más se siente la vida espiritual. El lenguaje vulgar lo utiliza para todas las situaciones radicales: ´poner corazón´ en un empeño; decir ´con el corazón en la mano´; adivinar en una ´corazonada´, ´querer con todo el corazón´. María guardaba, pues, ´esas cosas´ en todo su ser: en su memoria, en su emoción, en su inteligencia, en su intuición. Lo que en este libro queremos medio adivinar es maravilloso, y se nos escapará en enormes dosis de la pluma. El espejo en que vamos a tratar de verlo era, sin embargo, sencillo y limpio como ningún otro.
Desbordante de brillantez, José María Pemán (1897-1981) tiene una página imborrable en la historia de la literatura española. Articulista de excepción, cultivó con indiscutible categoría otros géneros literarios: poeta, dramaturgo, ensayista, orador, novelista, en todos esos géneros destacó como un creador excepcional y como trabajador infatigable, con una sensibilidad exquisita en la que chispea el sabor de su tierra, Cádiz, ´la tacita de plata´.
Tres obras del mejor teatro, tres personajes, tres testigos del Evangelio: San Francisco Javier, Beato Guillermo José de Chaminade y Cardenal Mindszenty.