El misterio pascual de Jesús de Nazaret es la fuente de donde mana toda la vida cristiana. En el momento supremo de su existencia terrena, el Unigénito del Padre y Primogénito de muchos hermanos revela la plenitud del obrar: la forma filial de la acción moral del hombre, manifestada con su muerte en la cruz y su confiada espera de la respuesta paterna. El Hijo del Padre redime a la humanidad y recapitula toda la historia mediante la esperanza. Ofrece así a cada persona la clave de lectura más profunda de la peculiar estructura temporal de su ser: poder actuar teologalmente. La esperanza es la virtud que articula la fe y la caridad filiales, permitiendo la colaboración del obrar humano con el obrar divino. A partir del dato cristológico fundamental, el autor expone en esta obra su visión personal de la sinergia entre Dios y el hombre en que, en último término, consiste la moral. La presencia de Cristo en la razón práctica del creyente, habilitada por el Espíritu Santo, determina el actuar esperanzado de los hijos en el Hijo: un actuar que respeta los absolutos morales, como fundamento de su apertura a la providencia, y es capaz de generar comunión en el mundo.