En un detallado análisis de la visión ética de los grandes predicadores del cristianismo primitivo: Pablo, los predicadores de influencia paulina, los Sinópticos, Juan, Santiago y otros, Schnackenburg señala las variantes históricas de la proclamación de la fe y de las exhortaciones morales. Sin embargo, no permiten llegar a una relativización de la fe o de la ética cristiana, sino, al contrario, en todas estas variantes destaca la fuerza vital, el poder de la fe y la fecundidad del mensaje moral para configurar la vida. El autor subraya particularmente lo que pueden aportar al diálogo actual las concepciones originarias del hombre como agente moral, de su relación con el mundo como el espacio de lo moralmente encomendado y la idea de la vinculación a la comunión eclesial como lugar de la realización existencial cristiana.