Neste livro, propõe-se o desafio de viver uma vida de entrega a Deus e aos outros sem ser consumidos pela exaustão nem pelo stresse. A imagem da sarça ardente que não se consome pelo fogo, tal como vem apresentada no Livro do Êxodo, pode ser sugestiva a este propósito (cf. Ex 3,1-4.17). O amor de Deus que a faz arder é o agente da sua preservação. A imagem convida-nos a aprofundar o conhecimento da relação entre o ser e o agir de cada pessoa. A atividade tem um sentido, mas não é ela que domina e dá forma à identidade do ser humano. Ao mesmo tempo, a pessoa entrega-se e manifesta-se na sua ação, crescendo na vivência da sua identidade, construindo, com a ajuda de Deus, a resposta à vocação recebida. Identidade e missão estão relacionadas de uma forma mais íntima do que nos casos das profissões, e essa ligação pode-se conhecer melhor quando é abordada simultaneamente desde um ponto de vista psicológico, espiritual, pessoal e comunitário-eclesial. Da introdução
Detengámonos un momento e intentemos pensar en la frecuencia con la que nos encontramos abrumados por deberes y plazos, sin tiempo para nosotros mismos. ¿Cuántas veces buscamos un equilibrio adecuado entre velocidad y lentitud, y nos concedemos algo de silencio y de aburrimiento? Son dos dimensiones temidas, pero también necesarias e inevitables.
¿Cuándo fue la última vez que nos detuvimos a reflexionar sobre nuestra felicidad y contemplamos las maravillas que hay a nuestro alrededor? La belleza del arte, la plenitud de una castidad que es libertad y posesión, amor y amistad...
En un mundo sufriente en el que el hombre se ha colocado por encima de toda criatura, deberíamos, con humildad, aprender del pequeño caracol, y redescubrir nuestro ritmo natural, escucharlo, respetarlo.
Partiendo del éxito de su catequesis sobre “los cinco pasos del misterio”, Maurizio Botta nos invita a meditar la grandeza de la vida cotidiana y la necesidad de proteger un espacio de serenidad en el frenesí de nuestro tiempo.
Misericordia y verdad
«Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y de entre ellos yo soy el primero. Y si Dios me concedió misericordia, fue para que Cristo Jesús manifestase primeramente en mí toda su paciencia y sirviese de ejemplo a quienes habían de creer en él para conseguir vida eterna» (1 Tim 1,15-16). «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» (Jn 18,37). Estas dos afirmaciones describen la situación de todo hombre que se encuentra con Cristo y se adhiere a él por la fe: inmediatamente se reconoce como un pecador alcanzado por la misericordia infinita de aquel que es la Verdad (Jn 14,6). Este libro se enmarca entre estas dos afirmaciones, sin sostener ninguna tesis particular, por lo que puede ser leído en el orden que cada uno quiera; su única pretensión es contemplar y saborear la belleza de este abrazo entre la misericordia y la verdad que es Cristo.
Scott Hahn analiza tanto las Escrituras como la enseñanza católica y nos recuerda que nuestros cuerpos han sido hechos por un Dios que nos ama.
Los católicos creen en la resurrección del cuerpo, y así lo profesan en el credo. Aprenden que enterrar a los muertos y rezar por ellos es una obra de misericordia. Los honran en su Liturgia mediante el Rito de la sepultura. Hacen todo esto, y más, porque cuando Jesucristo se encarnó, también otorgó una gran dignidad al cuerpo.
La promesa de la resurrección corporal pone de relieve la necesidad de un cuidado digno de nuestros cuerpos en la hora de la muerte. Scott Hahn analiza tanto las Escrituras como la enseñanza católica y nos recuerda que nuestros cuerpos han sido hechos por un Dios que nos ama. Incluso en la muerte, esos cuerpos señalan el misterio de nuestra salvación.
Sobre Scott Hahn (Escritor)
Scott W. Hahn es profesor de Teología y Sagrada Escritura en la Franciscan University of Steubenville (Ohio). Está casado y es padre de seis hijos. Actualmente vive en Steubenville. Ha sido nombrado por el papa Benedicto XVI catedrático de Teología Bíblica y Proclamación Litúrgic
En la Iglesia, la fiesta es el centro de la liturgia. Sus referencias evangélicas son numerosas, y ayudan a entender que la verdadera vida cristiana es festiva y alegre.
Dios mandó solemnemente que santificáramos las fiestas. En los Evangelios son numerosas las referencias a banquetes y celebraciones, también en las parábolas. En la Iglesia, la fiesta es el centro de la liturgia. Sin embargo, el cristiano corre el riesgo de ver solo un futuro sombrío, de impacientarse con sus defectos, o de ver a Dios como un ser estricto y distante. Envidia entonces la felicidad de quienes carecen de fe y parecen gozar con su estilo de vida. La verdadera vida cristiana es una fiesta llena de alegría.
Y su itinerario, como muestra el autor, tiene tres etapas: prepararse, vivir la fiesta y salir enriquecido de ella, con la alegría de los hijos de Dios.
La libertad interior y los ocho pensamientos malignos
Este libro es el resultado de treinta años de labor catequética centrada en la educación de los corazones jóvenes y mayores. El texto contiene una introducción básica a la lucha interior y una explicación sencilla delos ocho loghismói, los pensamientos malignos, que son las semillas del engaño humano según la división que hizo un monje del desierto del siglo IV, Evagrius Ponticus.
A la descripción de cada «pensamiento maligno», en el estilo provocativo y «mordaz» de Don Fabio, le sigue también la presentación de su opuesto. En resumen: la enfermedad y la cura…
El propósito del libro no es analizar la opresión, sino iluminar la libertad. Lo que importa no es el análisis de los errores per se, sino el descubrimiento del camino de la belleza y de la vida que ninguno de nosotros puede perder.
El autor ofrece estas páginas como apoyo para vivir la Gracia de la libertad interior de los hijos de Dios.
«El retiro de las actividades, a veces exigentes, es una puer­ta abierta para una dedicación más detenida y sosegada a la oración y al cultivo del espíritu. La actividad exterior cede primacía a la interioridad. Es un tiempo de descanso de los trabajos anteriores; se van experimentando las limitaciones en todos los órdenes; las penalidades de la vida y la soledad son compañeras cotidia­nas; la sintonía con la voluntad de Dios inclina a comprender que la ancianidad es también una edad preciosa de la vida. Al terminar este periodo de la existencia, que se prolonga­rá lo que Dios quiera, le doy gracias, porque me ha conservado la vida hasta los 80 años. En sus manos estoy con sereni­dad y confianza.
Hay efemérides en que conmemoramos acon­tecimientos tan relevantes de la vida de las per­sonas y de la historia de las instituciones, que merecen ser recordados con gratitud, ya que la significación que tuvieron en su momento no ha perdido capacidad de inspirar y de fecundar el presente. Olvidarlos nos empobrecería. En este libro rescato algunos escritos en torno a tales he­chos memorables que pueden actualmente tener algún interés. Han acontecido hace tiempo, pero su palabra no ha enmudecido» (R. Blázquez, de la Presentación).
Ricardo Blázquez Pérez (Villanueva del Campillo, Ávila, 1942). Arzobispo de Valladolid desde 2010. Creado Cardenal el año 2015. Profesor en la Facul­tad de Teología de Salamanca desde el año 1974 hasta 1988. Presidente de la Conferencia Episcopal Espa­ñola desde 2005 a 2008 y desde 2014 a 2020. Entre sus numerosas publicaciones destacan: Jesús sí, la Iglesia también (1985), La esperanza en Dios no de­frauda (2004), Iglesia, ¿qué dices de Dios? (2007), Un obispo comenta el Credo (2013), Al atardecer de la vida (2021), y Regreso a Ávila (2022). Fue nom­brado «Hijo Predilecto de Valladolid» por el pleno del Ayuntamiento el 11 de enero de 2022.
¿Con qué rimaba mi temeridad de entonces para osar una continuación del Don Juan de Molière y del Don Giovanni de Mozart? ¿Cuáles eran mis motivaciones para lanzarme a una obra resueltamente clásica, no solo por su lenguaje, demasiado rico o demasiado demostrativo, sino también por su respeto de las tres unidades de lugar, de tiempo, y de acción? Ya no lo sé muy bien. Me acuerdo de que había leído otras continuaciones: el Saint Don Juan de Delteil me había encantado; el Miguel Mañara de Milosz me había decepcionado; la novela de Mérimé, Las Almas del Purgatorio me había abierto nuevas perspectivas. Creí que todavía había espacio para intentar algo, en el que la conversión no fuese el fin de la comedia, sino el comienzo de lo trágico. Del post-scriptum de Fabrice Hadjadj Año 1600. El Oro del Siglo comienza a ennegrecer. En una noche en que la Media Luna brilla por encima de las cruces de nuestras iglesias, cual presagio del fin de la cristiandad triunfante de los Austrias, amenazada gravemente por su desmoronamiento interno desde la crisis protestante y por la amenaza turca, se reúnen casualmente en Salamanca, en el claustro de un convento carmelita, los seis protagonistas de la obra. La conversión de Don Juan de Mañara, el burlador de Sevilla, su ingreso en los carmelitas descalzos y la dignidad sacerdotal recibida no deja indiferente a ninguno de ellos, quienes le creían muerto desde hacía una década. ¿Será esta conversión un siniestro augurio del paso de una cristiandad triunfante a un cristianismo místico? ¿Será verdadera esta conversión, o una nueva estrategia del mujeriego para atrapar nuevas presas? Y si fuese sincera ¿aguantaría las tentaciones de una de sus antiguas víctimas que busca revancha?
La llamada universal a la santidad que brota de labios de Jesús, «sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48); y que recupera el Concilio Vaticano II, «todos los fieles cristianos […] son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (LG 11), se ha convertido en este tiempo en una misión urgente para la Iglesia y para cada cristiano.
La santidad es la meta común de la vida cristiana, pero cada vida cristiana tiene su camino para alcanzarla. Ese camino personal está trazado por Dios desde antes de la creación del mundo, y se hace patente en la vocación, una llamada personal, concreta, que cada uno recibe a su tiempo y según su modo.
No obstante, aunque Dios llama como quiere y cuando quiere, la historia de la Iglesia ha ido visibilizando seis rutas comunes hacia la santidad: la de los fieles laicos, que da comienzo en el bautismo; la del matrimonio; la del sacerdocio, al servicio de las anteriores; la de la vida consagrada, que tiene también formas muy diversas, como la vida religiosa o el orden de las vírgenes. A cada una de ellas dedica el cardenal Fernando Sebastián unas páginas de este libro, para mostrar su belleza y su grandeza, sus límites y dificultades, sus retos y posibilidades. En cada vocación hay, pues, una misión para el cristiano, un camino seguro por el que alcanzar, al fin, la santidad.