Cualquier sitio es bueno para pedir perdón a Dios, y también lo es cualquier momento. Esto, que vale para la contrición interior, ¿es válido también para la celebración sacramental de la reconciliación, o debe celebrarse en lugares específicos, a menos que ello resulte imposible o inconveniente?
La praxis penitencial de la Iglesia ha ido variando a lo largo de los siglos hasta encontrar formas y definir circunstancias que la experiencia ha demostrado útiles. Pero la actual crisis en la recepción de este sacramento por parte de los fieles ha llevado a algunos a plantearse la cuestión de si tal crisis puede deberse, al menos en parte, a esas formas y circunstancias. Este libro responde a esa cuestión.
Arturo Blanco es sacerdote (1973), Profesor Extraordinario de Teología Fundamental en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma), y Presidente del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la misma Universidad (1997). Es especialista en historia y teología del cuarto sacramento. El libro que ahora presenta resume una investigación publicada ampliamente en Spazio e tempo nella riconciliazione sacramentale (Roma 1999).
Ser cristiano no es fácil. Es una vocación de altura. Cordial pero exigente. Familiar pero luchadora. Esconde una paradoja: esta excelencia es compatible con no pertenecer a ninguna élite de la sociedad en que se vive. Y al revés: está cerrada para algunos pertenecientes a algunas de esas élites. Ser cristiano es un prodigio de libertad y de esfuerzo pacífico porque se apoya en la constante ayuda de Dios. Este libro quiere explicarlo acudiendo a la Biblia y especialmente al Apocalipsis, siguiendo el ejemplo de aquellos primeros cristianos. Describe la elección de los cristianos que descubrieron que en Cristo hallaban respuesta a todas sus inquietudes intelectuales y morales, a sus aspiraciones sociales y familiares. Cristo era verdaderamente plenitud de propuesta y de respuesta a la vez. Con Él, supieron afrontar su vida y ser felices. Y transmitieron esa vida y esa felicidad a sus hijos y parientes y amigos. Y esa cadena de transmisión ha llegado hasta hoy.