Cuando en la primavera del año 50 Pablo llegó a Corinto acompañado por Silvano y Timoteo, se encontró allí con Prisca y Áquila, un matrimonio que tenía su mismo oficio, expulsados de Roma a causa de su fe en Jesús. Desde entonces, la pareja romana se integró al grupo de Pablo y le apoyó en su misión.
Las cartas escritas por el apóstol y sus colaboradores, así como el libro de los Hechos, contienen muchas noticias sobre este grupo misionero, pero muy pocas acerca de otros, dando así la impresión de que fueron los principales y casi únicos protagonistas de la primera evangelización.
Sabemos, sin embargo, que hubo otros grupos y una multitud de testigos anónimos que también llevaron a cabo una intensa actividad misionera durante la generación apostólica. Aquella primera y variada misión fue un acontecimiento histórico singular que forma parte de la memoria colectiva sobre la cual las iglesias cristianas han fundado y siguen fundando su identidad y su tarea evangelizadora en todos los tiempos.
Pablo, Silvano y Timoteo anunciaron el evangelio en Corinto y fundaron allí una pequeña comunidad. Sin embargo, poco después llegaron a la ciudad otros misioneros que les acusaban de haberse presentado sin cartas de recomendación que los avalaran, de no poder aducir experiencias religiosas extraordinarias y de carecer de la elocuencia y de la presencia que los acreditara como mediadores religiosos. Los corintios quedaron hechizados al ver en estos misioneros un estilo de vida que encajaba mejor en el mundo en que vivían.
Cuando Pablo se enteró de lo que estaba sucediendo en la joven comunidad de Corinto, reaccionó enseguida enviándoles una carta por medio de Timoteo. Aquella misiva se encuentra ahora recogida dentro de la Segunda carta a los corintios y expone, con gran frescura y originalidad, los rasgos fundamentales del ministerio cristiano, entendido como un servicio a Dios y una entrega en profunda unión con Cristo.
La originalidad de esta obra consiste en invitar a leer el Evangelio desde la experiencia del seguimiento de Jesús. Es cierto que la situación actual del lector poco tiene que ver con las circunstancias de los primeros discípulos. Posiblemente nadie se gane la vida pescando con artes rudimentarias en unpequeño lago, ni tampoco hable la lengua de aquellos pescadores… Y sin embargo, fácilmente puede compartir con ellos la experiencia de haber sido llamado o llamada por Jesús y el gozo de estar con él. Incluso puede saber de primera mano cuán difícil es en algunas ocasiones perseverar en este seguimiento. El camino recorrido por los primeros seguidores de Jesús, según relata el Evangelio de Marcos, permite identificar los momentos fundamentales de la experiencia discipular y establecer un diálogo con ella. No en vano, vivimos un tiempo en que es necesario revitalizar experiencias fundamentales de la fe, entre las que se encuentra sin duda el discipulado.