El cardenal Martini reflexiona en esta obra sobre la vida después de la muerte, el juicio y la resurrección, temas fundamentales de la fe y de la esperanza cristiana. Para ello se apoya en el último artículo del Credo apostólico: "Creo en la vida eterna", convencido de que "la muerte y la consiguiente separación de las personas que queremos no es la última palabra". Su reflexión parte del miedo a la muerte, que reconoce como un instinto inextirpable pero que es posible superar cuando el ser humano, imitando a Jesús y a María, se pone en brazos del Padre y encuentra la fuerza necesaria para mirar con confianza su destino. Tras la muerte del cardenal Martini, estas páginas adquieren el carácter de un testamento espiritual destinado a dejar profundas resonancias.
La vocación es ante todo un acontecimiento personal. Por ser única e irrepetible, debe tenerse especial cuidado al teorizar sobre ella, pues se corre el peligro de «simplificarla y trivializarla».
La mejor forma de conocer el sentido de la llamada que el Señor dirige a una persona consiste en comprenderla a la luz de su Palabra. De hecho, la Palabra no solo nutre cada vocación, sino que es su territorio natural, como atestiguan las historias de Abrahán, Moisés, Samuel y Jeremías, en el Antiguo Testamento, o Jesús y sus discípulos, en el Nuevo.
Al contemplar la riqueza y variedad de las distintas vocaciones, el creyente tiene la posibilidad de discernir los elementos comunes y permanentes que caracterizan la llamada de Dios y de reconocerlos en su propia historia de salvación.