Fiel a su estilo habitual y al guión de sus viajes apostólicos ―breves, pero intensos y enjundiosos―, Benedicto XVI volvió a suscribir del 4 al 6 de junio de 2010 una memorable página en los anales de su pontificado con la visita a la isla de Chipre. Ha sido, además, el primer Papa, el primer Obispo de Roma y sucesor de San Pedro, en viajar a este olvidado rincón del este del Mediterráneo, Iglesia apostólica, puente entre Oriente y Occidente, bisagra entre Europa, Asia y África, histórica encrucijada de religiones y culturas, emblemático enclave y avanzadilla hacia Oriente Próximo y, asimismo, concentrado y paradigmático signo de las luces y de las sombras de esta región.
La peregrinación de Benedicto XVI a Portugal, del 11 al 14 de mayo de 2010, fue tiempo de gracia y de fortalecimiento para la Iglesia y de luminosa propuesta para toda la humanidad. Asimismo, el viaje volvió a contribuir al acrecentamiento de la figura de Benedicto XVI como el Papa sabio y humilde, sereno y firme que la providencia ha regalado a la Iglesia y a la humanidad. El mismo Pontífice, postrado ante la imagen de la Virgen de Fátima, pidió la intercesión de la Señora para que «el Papa sea firme en la fe, audaz en la esperanza y ferviente en el amor».
Benedicto XVI, siguiendo los pasos de sus predecesores, Pablo VI y Juan Pablo II, viajó a Tierra Santa en mayo de 2009. Para él, «se trató, ante todo, de una peregrinación; más aún, de la peregrinación por excelencia a los manantiales de la fe y, al mismo tiempo, de una visita pastoral a la Iglesia que vive en Tierra Santa; una comunidad de singular importancia, pues representa una presencia viva en los lugares donde tuvo su origen». Es por ello que la Biblioteca de Autores Cristianos ha considerado que no se debía privar a los lectores de lengua española de un preciado tesoro: los discursos pronunciados por el sucesor de Pedro en los parajes en que tuvo lugar la redención del género humano.
Quinto volúmen (uno por año) de este verdadero "Diccionario Papal". Temas y nombres por orden alfabético.
Cuestiones vivas y apasionantes en torno a la capacidad del hombre de encontrar la verdad y de ser feliz viviendo de acuerdo con ella. El elogio de la conciencia contiene una serie de textos del actual papa Benedicto XVI, redactados cuando Joseph Ratzinger era cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El nexo común de todos ellos gira en torno a la capacidad del hombre de alcanzar la verdad y de ser feliz viviendo de acuerdo con ella. La conciencia es la voz de la verdad dentro del hombre, de una verdad que proviene de Dios. Frente al subjetivismo y al relativismo, que se ven obligados a justificar la conducta de quienes actúan según su conciencia, aunque esa conciencia sea errónea, como es el caso de los miembros de las SS nazi, o de los mafiosos, ya que realizan sus atrocidades sin sentido alguno de culpa, Joseph Ratzinger destaca que la conciencia tiene el deber de ajustarse a la verdad y que "un hombre de conciencia jamás compra el bienestar, el éxito, la consideración social y la aprobación de la opinión pública dominante, renunciando a la verdad". La verdad, que ilumina la conciencia recta, hace al hombre libre y capaz de escoger el bien, por eso la autoridad que ayuda a la conciencia a descubrir la verdad no se puede considerar como su enemiga, dado que también ella se somete a la verdad. "El Papa -afirma Ratzinger- no puede imponer mandamientos a los fieles católicos solo porque él lo desee o lo considere útil. Tal concepción moderna y voluntarista de la autoridad deforma el auténtico sentido teológico del papa-do". Por eso, recuerda la famosa frase de Newman en su Carta al Duque de Norfolk: "ciertamente, si yo tuviera que traer la religión a un brindis de sobremesa -algo que no me parece muy indicado-, brindaría por el Papa. Pero en primer lugar por la conciencia, y después por el Papa". El elogio de la conciencia ahonda en temas apasionantes y ayuda al lector a meditar en ideas capitales para su propia vida.
La terza, attesissima, enciclica di Benedetto XVI. L'enciclica riprende le tematiche sociali contenute nella Populorum progressio di Paolo VI. Questa enciclica, attesa sin dal 2007, è stata al centro dell'attenzione più vasta da molto tempo. Rielaborata più volte per aggiornarsi allo scenario nuovo aperto dalla crisi economica, è dedicata al vasto tema dell'economia e del lavoro per evidenziare valori ed obbiettivi che i cristiani devono promuovere instancabilmente.
Edición preparada por Juan Carlos García Domene. Presentación de Antonio Mª Rouco Varela.
Esta obra, editada en varios volúmenes, reúne las enseñanzas de Benedicto XVI al Pueblo de Dios.
Su objetivo es compilarlas, difundirlas y perpetuarlas en el ámbito de la lengua española. Por esta razón, pretende ser una obra de referencia para el estudio, la investigación y la documentación del magisterio de Benedicto XVI.
La edición está enriquecida con unos itinerarios teológicos-pastorales que ayudan a la lectura sistemática de los textos y a su organización, y con unos índices de consulta que facilitan notablemente el acceso a la documentación
«Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».
La primera encíclica de Benedicto XVI, introducida y comentada, apartado a apartado, por uno de los teólogos más próximos al Papa: el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia.
«La Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor “más grande”; aquel que impulsa a “dar la vida por los propios amigos”: En efecto, Jesús “los amó hasta el extremo”: Con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos “hasta el extremo”: hasta el don de su cuerpo y de su sangre» (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 1).
"Fuimos salvados en esperanza" (Rom 8,24). A partir de esta idea paulina, S.S. Benedicto XVI ahonda, explica y anima a la esperanza cristiana, afrontando el momento presente y escudriñando el horizonte futuro, que trasciende los límites de este mundo. Fe, esperanza y redención son conceptos y realidades que se entrelazan en el desarrollo de la encíclica ofreciendo ricos e interesantes puntos de reflexión.
«Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vi-da. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orienta-ción decisiva [...] La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compen-dian el núcleo de su existencia: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (6,4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo [...] Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1).
Segunda edición revisada.
«Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vi-da. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orienta-ción decisiva [...] La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compen-dian el núcleo de su existencia: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (6,4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo [...] Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1).