Aparece ahora en castellano en un solo volumen la obra de Joseph Ratzinger/ Benedicto XVI Jesús de Nazaret, publicada anteriormente en tres tomos editados, respectivamente, en el original alemán, en los años 2007, 2011 y 2012. Este volumen, sin embargo, tiene la peculiaridad de que no sigue el orden de la publicación de los tres anteriores, sino que el tercer volumen aparece ahora en primer lugar. Se pone así claramente de manifiesto la condición de prólogo del conjunto que el autor le atribuyó desde su aparición, a la vez que se respeta la cronología de la historia de Jesús.
El contenido de esta obra coincide íntegramente con el vol. VI/1 de la colección de Obras completas de Joseph Ratzinger (BAC 2015).
¿Es verdad lo que cuentan los Evangelios? ¿Me afecta a mí? Y si me afecta, ¿de qué modo?» son las preguntas que se plantea Benedicto XVI en el prólogo a su tercer libro, La infancia de Jesús que completa la trilogía de Jesús de Nazaret, cuyos dos primeros volúmenes han sido best sellers en todo el mundo.
El Papa explica en el prólogo que su libro sobre los llamados «Evangelios de la infancia» contenidos en las narraciones de Mateo y de Lucas «no es en realidad un tercer volumen sino una especie de pequeño ‘hall de entrada’ a los dos volúmenes anteriores sobre la figura y el mensaje de Jesús de Nazaret».
Benedicto XVI estudia los aspectos históricos y la interpretación de los textos, pero en una línea que tiende al presente, pues esos hechos de hace dos mil años tienen un impacto en nuestros días y en nuestras vidas.
El énfasis de Lucas en datar con precisión el nacimiento de Jesús «en el año decimoquinto del emperador Tiberio», señalando también los nombres del procurador de Judea, los tetrarcas de Galilea, Iturea y Traconítide, e incluso los nombres de los sumos sacerdotes de Jerusalén, muestra que «Jesús no nace y aparece en público en el vago ‘érase una vez’ de los mitos, sino que pertenece a un tiempo exactamente datable y a un área geográfica exactamente indicada».
En otro pasaje del libro, el Papa recuerda que «san Agustín ha interpretado el significado del pesebre con un pensamiento que, en un primer momento parece inconveniente pero, en cambio, examinado con más detalle, contiene una verdad profunda». El pesebre es «el lugar en que los animales reciben su alimento», y la presencia de Jesús recién nacido en un objeto de ese tipo en lugar de una cuna es una prefiguración temprana de la Eucaristía, que Jesús anunciará hacia el final de su vida pública e instituirá en la Última Cena en Jerusalén.
No temáis, porque os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Evangelio de Lucas, 2, 10-12
«En el gesto de las manos que bendicen se expresa la relación duradera de Jesús con sus discípulos, con el mundo. En su ascensión Él viene para elevarnos por encima de nosotros mismos y abrir el mundo a Dios. Por eso, los discípulos pudieron alegrarse cuando volvieron de Betania a casa. Por la fe sabemos que Jesús, al bendecir, tiene sus manos extendidas sobre nosotros. Esta es la razón permanente de la alegría cristiana».
Joseph Ratzinger / Benedicto XVI
«He intentado presentar al Jesús de los Evangelios como el Jesús real, como el “Jesús histórico” en sentido propio y verdadero. Estoy convencido, y confío en que el lector también pueda verlo, de que esta figura resulta más lógica y, desde el punto de vista histórico, también más comprensible que las reconstrucciones que hemos conocido en las últimas décadas. Pienso que precisamente este Jesús –el de los Evangelios– es una figura históricamente sensata y convincente. »Sólo si ocurrió algo realmente extraordinario, si la figura y las palabras de Jesús superaban radicalmente todas las esperanzas y expectativas de la época, se explica su crucifixión y su eficacia. (…)
»La investigación crítica se plantea con razón la pregunta: ¿qué ocurrió en esos veinte años desde la crucifixión de Jesús? ¿Cómo se llegó a esta cristología? En realidad, el hecho de que se formaran comunidades anónimas, cuyos representantes se intenta descubrir, no explica nada. ¿Cómo colectividades desconocidas pudieron ser tan creativas, convincentes y, así, imponerse? ¿No es más lógico, también desde el punto de vista histórico, pensar que su grandeza reside en su origen y que la figura de Jesús ha hecho saltar en la práctica todas las categorías disponibles y sólo se la haya podido entender a partir del misterio de Dios?».
BENEDICTO XVI<br/