En mi anterior libro Teodicea. Itinerarios del hombre a Dios (2013), quise trazar unos caminos de acceso a Dios. Este libro no trata, pues, de los itinerarios cambiantes (aunque muy valiosos) de los hombres que salen en busca de Dios, sino del itinerario de Dios, que, según la Biblia y la fe de la Iglesia, ha querido venir a los hombres, compartiendo con ellos su existencia, en Jesús, por el Espíritu, con pleno respeto, sin avasallarlos ni imponerles su presencia. Esta es la más fascinante de todas las historias, el relato del Dios que, siendo infinito (y por serlo), ha querido hacerse caminante con los hombres, encarnándose en Jesús y siendo Espíritu de Vida en la vida de la humanidad. A partir de esa experiencia de Dios he querido escribir este libro, entendido como apuesta a favor de la Trinidad, un libro sobre el Dios que se introduce en nuestra historia no como un intruso o un vigilante, sino como verdad y contenido más profundo de esa misma historia. Este es el libro de los hombres que quieren aprender y compartir el camino de Dios, por medio de Jesús, en Espíritu y Vida.
Sobre un mundo con mucho mal e inmenso sufrimiento, miles de hombres y mujeres gritan cada día: «¿Dónde estás, oh Dios?» (Salmo 42). Por eso, más que un Dios como enigma racional, me ha importado el Dios comprometido con los hombres, y así me he atrevido a trazar su itinerario de una forma práctica, desde una perspectiva cristiana.
Empezaré hablando del hombre como viviente a quien Dios mismo despierta a la existencia personal y social; quiero dejar que Él se revele en el mismo corazón de nuestra vida humana. Expondré después los argumentos a favor o en contra de Dios, tal como han sido planteados en la filosofía de Occidente, lugar donde ha surgido la cuestión de la teodicea como juicio que la historia eleva frente a Dios.
Contemplaré al ser humano como pregunta teológica: abierto a Dios, viviendo en amor y libertad, pero capaz de negarle y suicidarse. Y estudiaré las grandes paradojas que suscita Dios, a quien solo podemos conocer ensanchando el horizonte de nuestras razones y experiencias. Así concluye este itinerario, dejando abierto el camino a la posible fe religiosa.