«Maranatha», «Ven, Señor Jesús», era una de las invocaciones de los primeros cristianos. Según san Pablo, los cristianos son los que esperan con alegría la segunda venida del Señor. Si a veces ya no es así, en parte es porque se instaura la convicción de que existen dos vidas distintas y un día tendremos que abandonar inevitablemente la una para pasar a la otra. Y esto hace que el hombre esté trágicamente dividido. Además, hay una teología que ha tratado los temas relativos a la escatología (la muerte, el juicio, el infierno, la vida eterna…) enumerándolos uno tras otro y transformando los símbolos en un sistema lógico sin ningún nexo con la vida concreta.
El autor explora el lenguaje de las fuentes patrísticas y orientales que describen los últimos tiempos como una nueva creación, un encuentro entre la acción de Dios y la maduración del mundo, donde la historia no es solo la materia para el juicio, sino también los «ladrillos» con los que se construirá la nueva Jerusalén.
La filosofía de la historia se pregunta sobre la idea dominante en la vida de las naciones. ¿Cuál es la idea rusa? Según Soloviev, está escondida en el corazón del pueblo, y es comprensible solo en el plano de la Providencia divina.
Este libro ofrece los rasgos más destacados de la espiritualidad rusa –desconocida en general para los occidentales– en sus personajes y tendencias más relevantes.
El P. Spidlík repasa el valor del sufrimiento con los primeros mártires de la Iglesia de Kiev; presenta obispos, príncipes, laicos y monjes santos; sigue con los llamados «locos por Cristo», que reaccionan contra la hipocresía de las instituciones «cristianas»; trata de acercar al lector occidental el famoso Libro del peregrino ruso y la práctica de la oración de Jesús. No faltan capítulos sobre los iconos, la vida litúrgica, las iglesias y la piedad popular.
Presenta la doctrina espiritual de Teófanes el Recluso y se detiene en la espiritualidad del «corazón», un aspecto muy querido para los rusos. Termina con algunos filósofos recientes –Jomiakov, Dostoyevski, Soloviev o Ivanov– para quienes la solución de los problemas «humanos», «científicos» o «filosóficos» se encuentra en la persona de Cristo.
Deseamos que el lector español recorra de la mano de esos grandes rusos los caminos del «misterio», que es lo que significa aquí el adjetivo del título de esta obra.
En este libro estaba trabajando el cardenal Špidlík poco antes de morir. No es un texto sistemático sobre la vocación; se trata más bien de unas «reflexiones útiles» para leer y meditar sobre la misión particular que Dios tiene para cada persona, ya sea en medio del mundo, formando una familia, dedicándose al sacerdocio o en una comunidad religiosa.
Si la vocación es el canal por el que absorbemos la vida terrena y mortal en nuestra vida oculta con Cristo en Dios, entonces serán especialmente eficaces las reflexiones de un sabio anciano a las puertas de su encuentro definitivo con Dios. Tienen además el atractivo de estar escritas con el estilo fresco e inmediato propio del autor, en forma de preguntas.
Podemos imaginarnos a un joven planteando a un anciano estas preguntas, que reflejan las objeciones, la resistencia y la comprensión restrictiva de la fe propias de un mundo que ya no es religioso. Y aunque la pregunta sea ingenua o esté mal planteada, permite reconducir a una perspectiva de fe desde la cual poder mirar mi vida y propone una pedago­gía que, con un lenguaje sencillo y sabio, introduce los contenidos fundamentales del misterio cristiano y de la gran tradición.
Camino de Emaús, Jesús les explica la verdad a los discípulos, y el corazón les ardía. Pero al final las palabras no bastan, y dicen: «¡Quédate con nosotros!». Necesitan la presencia viva de la persona. Esta imagen es extraordinariamente moderna: la filosofía contemporánea apunta al personalismo; más allá de las ideas abstractas, insiste en el contacto físico: la relación solo puede darse gracias a un cuerpo, una voz, algo concreto. La eucaristía es el sacramento de la presencia personal de Cristo en todo lo que existe, en la vida, en lo que comemos y en lo que vivimos. Ante los dramas de hoy, hemos de volver a descubrir la eucaristía como presencia del sacrificio de Cristo, actualización de su muerte y resurrección. Pero la eucaristía es también divinización: llevamos al altar un pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, y recibimos a cambio el mismo pan, pero consagrado. Del mismo modo estamos llamados a llevar al altar nuestra vida tal como es y a recibirla nueva de manos de Dios. Ahí está el secreto para transformar nuestra vida personal y la historia humana.
P. Spidlík, usted ha escrito muchos libros y artículos en su vida, pero nunca ha dedicado uno solamente a la Virgen, ¿cómo es posible?A los pocos meses me hacía llegar el libro que tienes, lector, en tus manos y que traduje enseguida con sumo gusto.Soy muy feliz de haber «arrancado» a este hombre de Dios la joya mariana que ahora te dispones a leerDe la presentación de Pablo CerveraMucho se ha escrito sobre la Virgen a lo largo de la historia, aunque la mayor parte de los cristianos la conocen por las devociones y oraciones que se dirigen a ella. La vida de María solo ocupa unas pocas líneas en el Evangelio, pero llenas de significado interior: fundada teo-lógicamente, es el tejido de la fe de la Iglesia y se corresponde con las principales líneas del dogma y de la espiritualidad. Cuando la Iglesia venera la humanidad de Cristo, ve esa huma-nidad en María, de quien la recibió. Ella representa a todo el género humano, es la imagen del hombre perfectamente redimido por Cristo. Quien quiera conocer cuál es el efecto de la redención, que mire a María, la llena de gracia.