En un tiempo en que los límites de lo realizable se hacen cada vez más claros, muchas personas se preguntan por las raíces de la existencia. Las preguntas por el origen y el fundamento de la vida están pasando de nuevo a ocupar más el centro de la reflexión.
Romano Guardini intentó señalar una respuesta a esas preguntas en textos clásicos y siempre actuales que ofrecen orientación a los que buscan tanto en las preguntas como en la oración. El conocido filósofo de la religión alumbra una importante fuente de la espiritualidad cristiana en La sabiduría de los salmos.
En los salmos, tan diferentes entre sí, puede llevarse ante la presencia de Dios toda alabanza, toda pasión y toda rabia. No por eso se toca la libertad de Dios: él es siempre el Señor y el Juez. En este encuentro frente a frente está el fundamento de la liberación humana.
La salvación no está referida simplemente al más allá, sino que se traduce en el más acá de la historia. Genera un proyecto de vida con sentido. El autor busca mostrarlo a partir de Jesús. Se parte de su vocación; de la evolución y aprendizaje que hace en la vida; de su progresiva humanización, que es la otra cara de su filiación divina; de su crecimiento en santidad y en conocimiento.
La cristología es la referencia antropológica por antonomasia para los cristianos. Jesús no fue un superhombre, sino que asumió plenamente la constitución humana, con todo lo que lleva de no saber, de opciones y decisiones inseguras, de fe en Dios en medio de las pruebas. Desde ahí, se muestran los valores humanos por los que vivió, luchó y murió, así como la respuesta homicida de la sociedad y de la religión, representadas por sus líderes que, al final, arrastraron al pueblo. La cruz es la última expresión de la impotencia humana, de la lucha por otra religión y sociedad posibles y de la presencia de Dios en su vida y muerte. Su filiación divina se comunica plenamente desde la cruz y se confirma con la resurrección.
La instauración del Reino de Dios culmina así la resurrección, que implica un corte y un cambio de época para Israel y en la historia de las religiones. La vida de Jesús es la clave de sentido para la resurrección. Desde ahí es posible una cristología que sea un proyecto de vida para el hombre de hoy.
En un tiempo en que los límites de lo realizable se hacen cada vez más claros, muchas personas se preguntan por las raíces de la existencia. Las preguntas por el origen y el fundamento de la vida están pasando de nuevo a ocupar más el centro de la reflexión.
Romano Guardini intentó señalar una respuesta a esas preguntas en un texto clásico y siempre actual que ofrece orientación a los que buscan tanto en las preguntas como en la oración.
En El comienzo de todas las cosas, el autor conduce a los lectores a los tres primeros capítulos del Génesis, en una doctrina de la existencia que da respuesta a los que preguntan con fe acerca de cómo pueden entenderse a sí mismos y entender el enigma de su camino.
Romano Guardini, nacido en 1885 y fallecido en 1968, fue docente en las universidades de Bonn, Berlín, Tubinga y Múnich, donde ocupó la cátedra de Cosmovisión cristiana y filosofía de la religión. De inspiración agustiniana, su teología, que explora amplios espacios de la cultura, es más una evocación de la vida de fe que una sistematización dogmática. Desde hace unos años su pensamiento ha vuelto a cobrar vigencia, pues se trata de un autor que supera las barreras de espacio y tiempo.
El Papa Benedicto XVI habló de Patio o atrio de los gentiles como ámbito donde, en un primer momento, los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios, aun sin conocerlo.
La Nueva Evangelización debe imaginar senderos de anuncio del Evangelio también en estos espacios. Es la audacia de los cristianos de no renunciar jamás a buscar positivamente todos los caminos que, en diálogo, correspondan a las esperanzas más profundas y a la sed de Dios de los hombres.
Este atrio de los gentiles supone en el evangelizador un doble movimiento: por un lado, reconocer los vestigios de cansancio, instalación o desaliento en la evangelización. Por otro, una llamada al urgente impulso misionero para el encuentro con Jesucristo y así aprender el verdadero Arte de Vivir.
Elaborar la imagen de san Agustín de la existencia cristiana, la interpretación del acontecer interior relatado por las Confesiones, no puede ser simplemente el relato de una conversión moral y religiosa, una conversión del mal al bien, de la incredulidad a la fe. Por el camino surge también una interpretación psicológica. Una psicología que aquí requiere saber acerca del espíritu y poder ver la realización de un destino espiritual, saber de lo religioso y poder reconocerlo en su sentido originario, ver lo cristiano más allá de lo espiritual y religioso. Por último, la historia de Agustín se desarrolla en el ámbito moral y del alma, pero también en el del pensamiento y la idea. Desde la perspectiva de la historia del pensamiento, Agustín arroja una mirada retrospectiva a su vida e introduce interpretativamente la segunda conversión en la primera.
El Dios del cristianismo al que Agustín se ha convertido y en cuya presencia escribe sus Confesiones, no es el ser absoluto de la filosofía, sino el Dios santo y viviente del Antiguo y del Nuevo Testamento. Es el Dios que se levanta, entra en la historia y actúa en ella. Cada vez se introduce en esa historia todo lo que existe, las cosas del mundo y los hombres. Cada vez, todo existe por ella y adquiere en ella su centro y su nombre. Si hay alguien que está convencido de ello es Agustín. Él, que se propuso captar la historia de la humanidad en su proveniencia de Dios, se vio también a sí mismo en una historia.
Las Confesiones son el intento de describir esa historia. Por tanto, quien las quiera interpretar, tiene que hacer que, por lo menos, se perciba algo de ese conjugar y entretejer múltiple y al mismo tiempo tan unitario, de esa voluntad divina que trabaja en la intimidad más silenciosa y, al mismo tiempo, en los acontecimientos y desarrollos externos.
Todo el mundo está de acuerdo en que “madre no hay más que una”. Pero es igual de cierto que “padre tampoco hay más que uno”. Lo cual, por desgracia, se olvida con demasiada frecuencia. Tanto por parte del hombre, que durante siglos ha rehuido su responsabilidad en la familia -más allá de una genérica protección física o de proporcionar el sustento-; como de la mujer que, al reclamar cotidianamente su cuota de poder, termina monopolizando la educación de los hijos.
Aquilino Polaino, con un estilo ágil y ameno, repasa las principales consecuencias que esta “ausencia del varón” tiene en el mundo de la pareja, en la familia y en la educación de los hijos. El libro trata a la vez temas de actualidad y educación, y Polaino ofrece desde su experiencia como psiquiatra y terapeuta familiar interesantes puntos de vista y análisis.
¿Hay algún hombre en casa?, aunque esboza soluciones a problemas concretos, no es ni un recetario ni un libro de autoayuda, es un tratado de antropología sobre la necesidad de que el varón recupere el papel que le corresponde en la pareja y la familia.
El Papa Benedicto XVI ha escrito: La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. Por eso, a la pregunta ¿qué es evangelizar?, no puede haber otra respuesta: Es enseñar el arte de Vivir.
Pero para evangelizar se necesitan evangelizadores nuevos. El Papa subraya:
Solo los hombres y mujeres tocados por Dios serán capaces de abrir la mente y el corazón de sus contemporáneos a los misterios del Dios Vivo.
Es el reto para toda la Iglesia. Esta obra, releyendo los Lineamenta sinodales, pretende ser un humilde servicio al apasionante dinamismo misionero de la nueva evangelización; aportando material de reflexión personal y para un trabajo en grupos, en vísperas del Sínodo de Obispos a celebrarse en 2012 sobre este tema
Vivir con plena atención trata de la vivencia del ser, más allá de cualquier adscripción a una escuela filosófica o a una tradición religiosa determinadas. Vivir la propia vida es una realidad de primera mano, única, intransferible. Y cuando se la mira de cara, atisbando su más profundo núcleo, lo que se nos manifiesta es la Conciencia misma, que siempre estuvo ahí y que nos tiene reservado el tesoro inagotable de una tranquilidad que permanece para siempre.
El libro atestigua que es posible relacionarse de una manera distinta con la propia mente y que, si este empeño perdura, nos acaba revelando la magia de un paisaje imprevisible. No hace falta ir a ninguna parte, ni aguardar ningún acontecimiento venidero. La experiencia puede suceder aquí mismo y ahora, si acaso tenemos la valentía de afrontar la propia realidad tal como es, sin disfrazarla ni zafarnos de ella. El libro indaga en la estructura de la mente egoica (predominante entre nosotros) y en sus aspectos más problemáticos, que incluyen su reclusión en un universo conceptual, una ilusoria idea de la felicidad, el protagonismo desmesurado de la historia personal y la ilusión de separación en que vivimos. Pero tras alcanzar una visión cabal de la mente y de su relación con la realidad, se percibe que el mundo no resulta ni tan amenazador ni tan prometedor como lo habíamos imaginado. Se entrevé que la bondad y la belleza han estado desde siempre en el fondo del propio corazón y que una vez reveladas, van a ser reconocidas por doquier.