Este breve escrito constituye una admirable introducción a la fenomenología, y aun a la filosofía misma, plena de claridades y de sustancia filosófica. En él, bajo el lema de `a las cosas mismas`, encontrará el lector una nítida delimitación del objeto propio de la filosofía, configurado, al decir del autor, por el estudio de las esencias y las conexiones apriorísticas entre ellas. Y hallará asimismo una perfecta exposición del método fenomenológico, concebido como el único adecuado a ese objeto, al paso de una incursión en varios problemas filosóficos a la que se nos invita desde el comienzo.
La teoría del big bang, la «gran explosión» que habría originado nuestro mundo, pertenece a la cultura general de nuestra época; pero pocos saben que fue propuesta inicialmente por Georges Lemaître, físico y sacerdote católico. Lemaître nos ha dejado un ejemplo de honradez intelectual, nos ha abierto el camino para comprender un poco mejor el mundo en el que vivimos: un universo inmensamente grande al que accedemos por el conocimiento de lo extremadamente pequeño, que nos lleva a superar las paradojas de la existencia de un instante físico inicial, rompiendo con la visión estática del cosmos que se tenía hasta ese momento. Y esto fue posible gracias a su sano optimismo; optimismo que tenía su origen en el Dios misterioso y a la vez real en quien depositó su fe y al que tendían sus investigaciones científicas.
«El profesor Eduardo Riaza nos ofrece una breve pero intensa biografía que, escrita en primera persona, nos acerca de forma amena a la entrañable figura del sacerdote Georges Lemaître, auténtico coloso de la ciencia moderna» (Fernando Sols)
La sabiduría del mundo. Historia de la experiencia humana del universo, a pesar del poco tiempo transcurrido desde su publicación original en 1999, ha sido traducido a 5 idiomas. Su intención es ambiciosa: desarrollar la historia filosófica de la representación de la noción del mundo. ¿Cómo imaginar nuestra existencia de hombres, nuestra búsqueda del bien, nuestra presencia en el mundo? Para explorar estas cuestiones, Rémi Brague propone navegar por la historia del pensamiento. Su libro nos restituye a la relación que une el hombre con el universo: indaga los orígenes antiguos y las fuentes bíblicas, recorre las inflexiones medievales y describe el naufragio de la época moderna. Durante dos mil años el hombre se ha visto a sí mismo como un mundo en pequeño: orientado hacia el cielo, hecho para contemplarlo. Ha creído que la sabiduría que buscaba estaba conectada con la que ya gobernaba el universo. El orden y la belleza del mundo eran el modelo que marcaba el bien. Pero esta imagen antigua que sobrevivió durante la Edad Media, se iba a difuminar en el alba de la modernidad. Ha dejado su lugar a «visiones del mundo» donde fragmentos de la concepción antigua se mezclan con nuevos modelos, y el cosmos ha dejado de ser el preceptor del hombre. La sabiduría del mundo se nos ha vuelto invisible. Hoy debemos volver a pensarla de nuevo. Brague va trazando el panorama grandioso de las respuestas antiguas a la cuestión filosófica por excelencia: ¿cómo alcanzar la sabiduría? Su tesis es que todas las respuestas se conciben en relación a una idea que se nos ha vuelto lejana: la idea de cosmos, es decir, de un orden inmutable del universo. Llegar a ser sabio no significa otra cosa, para los antiguos, que observar ese orden e imitar esa sabiduría que es la del mismo mundo.
La sabiduría del mundo es el primer título de una ambiciosa trilogía. El segundo volumen afronta el modo en el que el pensamiento se ha representado históricamente la ley divina (La loi de Dieu), y el tercero (aún sin publicar) tratará las maneras en las que el hombre ha buscado históricamente emanciparse de la naturaleza y de Dios.
¿Puede el eco cobrar fuerza con el tiempo, en vez de languidecer? ¿Qué esconde Hannah Arendt para que, casi cuarenta años después de morir, su voz siga originando huracanes en el mundo contemporáneo? Probablemente una de las fuerzas ocultas que actúan de imán sobre esta autora sea esa «cabezonería intelectual» para intentar razonar lo irrazonable, para robar un poco de luz a la asfixiante oscuridad, para construir puentes entre el pasado y el futuro, aunque la enésima riada de la Historia se los lleve por delante una vez más. También hoy vivimos tiempos de tiniebla. Primero fue la amenaza de un terrorismo global sobre nuestras cabezas, y después nos ha reventado en las manos un sistema económico que creíamos infalible: nuestra seguridad se ha hecho vulnerable. En días como estos, en los que la palabra crisis tatúa nuestra actualidad hasta asfixiarla, no bastan los discursos ideológicos más o menos brillantes. Necesitamos vidas que nos hablen, que nos interpelen, que aporten experiencia vivida a nuestras certezas descalabradas.
El hechizo de la comprensión es la primera biografía de Hannah Arendt publicada originalmente en castellano. Sus páginas intentan ofrecer una historia que merece la pena ser conocida por la pasión histórica, humana e intelectual que encierra. Y busca contar la historia con todos los recursos que la literatura brinda al pensamiento, sin que la técnica de la ficción robe espacio al rigor científico. Viene acompañada por un completísimo anexo de publicaciones de y sobre la pensadora alemana.
«Estamos ante un libro que convierte una historia de gran densidad humana e intelectual en lectura que resulta difícil dejar una vez comenzada. Se trata de una navegación por aguas agitadas, tormentosas a ratos, que se lleva a cabo con sorprendente y suave facilidad. Éste es el caso de una escritora de raza que nos cuenta la vida y nos interpreta la obra de una pensadora que ha descifrado algunos de los enigmas más inquietantes de nuestro tiempo. El resultado es memorable» (del Prólogo de Alejandro Llano)
En este ensayo, inédito hasta ahora en español, J.H. Newman quiere responder a la acusación de escepticismo que le atribuían ciertos intelectuales. Para ello expone su característico modo de entender la razón, de modo que este breve escrito puede considerarse un documento-guía para la comprensión de uno de los conceptos clave de su obra. Newman aparece ante nosotros como un filósofo que trató de comprender la realidad concreta del creyente desde su propia vivencia intelectual, volitiva y emocional. Sin embargo, las intuiciones plasmadas especialmente en este escrito dejan constancia de un trasfondo metafísico sólido, el trasfondo que delata un sistema consistente en el que toda facultad, y señaladamente la razón, tiene su lugar, pero también sus límites.
En este libro, inédito hasta ahora en español, descubrimos un ensayo brillante del Gilson maduro, una disertación otoñal sobre las ideas más queridas del gran medievalista, presentadas en tres niveles: la filosofía cristiana en general, la metafísica de Tomás de Aquino, y la manera en que Gilson interpreta ésta. Gilson, que no duda en declararse tomista, expone las razones filosóficas que que le llevan a encontrar en santo Tomás un gran maestro. A la vez perturbador y luminoso, este texto plantea de nuevo las cuestiones del ser y la esencia, de los fines y las causas, de la relación entre el Dios de la filosofía y el Dios de la Revelación, de ese Dios que se ha llamado a sí mismo `El que es`, y de la manera innovadora en que Tomás repropuso la tradición. Todo ello hace de esta Introducción una magnífica puerta de entrada a Tomás de Aquino, a Gilson como intérprete de Tomás y a Gilson mismo.
«Dicho de otro modo, el hecho decisivo definitorio del hombre como ser consciente, como ser que recuerda, es el nacimiento o la `natalidad`, o sea, el hecho de que hemos entrado al mundo por el nacimiento. El hecho decisivo definitorio del hombre como ser desiderativo era la muerte o la mortalidad, el hecho de que dejaremos el mundo con la muerte. Temor a la muerte e inadecuación de la vida son las fuentes del deseo. Gratitud por el don absoluto de la vida es, en cambio, la fuente del recuerdo, pues incluso en la desdicha se celebra la vida: `Ahora eres desdichado y aun así no quieres morir, no por otra razón que por querer vivir`. Lo que últimamente aquieta el temor a la muerte no es la esperanza o el deseo, sino el recuerdo y la gratitud: `Da gracias por querer ser como eres, pues podrías ser liberado de la existencia que no quieres. Pues tú quieres ser y no quieres ser desdichado`. Esta voluntad de ser bajo cualquier circunstancia es la señal distintiva de la religación del hombre a la fuente trasmundana de su existencia. A diferencia del deseo del `bien supremo`, tal religación no depende en rigor de una volición; más bien caracteriza la condición humana como tal». La lejana tesis de doctorado fue objeto de profunda revisión sistemática por parte de la propia Hannah Arendt en el momento de su plenitud reflexiva, en la primera mitad de la década de los sesenta. Seguramente esta elaboración ---que no llegó a publicarse en vida de la autora pero que ha quedado recogida en la traducción española--- arroja una nueva luz sobre aspectos cruciales de la teoría arendtiana de la acción: la noción de natalidad como fuente perpetua de novedad, la idea de un mundo específico del hombre que surge precisamente por amor al mundo, la relevancia del prójimo en la construcción de este mundo, etc.
«La noche de mi muerte ocurrieron cosas extrañas en mi apartamento parisino...». Un Jean Guitton casi centenario imagina en Mi testamento filosófico su muerte, su entierro y su juicio. En su lecho de muerte dialoga con Pascal sobre las razones para creer en Dios, con Bergson sobre las razones para ser cristiano y con Pablo VI sobre las razones de ser católico. Durante su entierro conversa sobre el arte con el Greco, sobre el mal con de Gaulle, sobre el amor y la poesía con Dante y sobre la filosofía con Sócrates. En su juicio intervienen santa Teresa de Lisieux y François Mitterrand... Una obra de deliciosa lectura, en la que uno de los filósofos católicos más importantes del siglo XX renueva las cuestiones esenciales sobre el sentido de la vida y nos regala un testimonio lleno de sabiduría y humildad.
«Acaso volverá a decirse que yo pretendo `condenar en bloque` tres siglos historia humana y `colver a la Edad Media`. Nada más falso. Este libro está vuelto hacia el futuro, hacia el inmenso futuro que exige de nosotros una mirada clara y nuevas fuerzas. Lo que en realidad representa el peso muerto del pasado que pasa es la herencia espiritual de Lutero, de Descartes, de Juan Jacobo. De estos cadáveres de ideas que aún nos tienen cogidos es de lo que importa que nos liberemos. No vamos a pedirle al pasado más que lo que no pasa; no efímeras formas, sino sabiduría duradera y armas espirituales. En una palabra: hoy no se puede tomar el propio impulso más que yendo muy hacia atrás en el tiempo; pero no vamos hacia atrás sino para saltar mejor».