Francisco es «el hombre del siglo que viene». Así le llama Tomás de Celano, su primer biógrafo, ya en el siglo XIII. Y desde entonces, aquel hijo de un rico mercader y de las nacientes ciudades burguesas de la Edad Media, liberadas del poder feudal por la asociación de sus ciudadanos más dinámicos, se ha convertido en referente y modelo para cualquier generación.
Su secreto tal vez resida en la rica personalidad que atesora, capaz de conectar y sintetizar en sí las mejores aspiraciones de su tiempo. Pero también ofrece renovación y rejuvenecimiento a quien se acerca a él y a la Buena Noticia de la que es testigo.
Francisco es «el hombre del siglo que viene», como le denomina ya su primer biógrafo, Tomás de Celano, en el siglo XIII. Y desde entonces, aquel hijo de un rico mercader y de las nacientes ciudades burguesas de la Edad Media, liberadas del poder feudal por la asociación de sus ciudadanos más dinámicos, se ha convertido en referente y modelo para cualquier generación.
Su secreto tal vez resida en la rica personalidad que atesora, capaz de conectar y sintetizar en sí las mejores aspiraciones de su tiempo. Por otra parte, su enorme valoración a lo largo de la historia tiene mucho que ver con la renovación y rejuvenecimiento que el Pobre de Asís encarna mediante el testimonio del Evangelio.
El 24 de marzo de 1980 era asesinado junto al altar Óscar Arnulfo Romero. Nombrado arzobispo de San Salvador apenas tres años antes, monseñor Romero no dejó a nadie indiferente. Unos lo consideraban un profeta, un mártir, un luchador por la paz y el diálogo, un hombre de Iglesia; otros, por el contrario, veían en él a un revolucionario, un agitador de masas, un político frustrado que promovía la crispación, un personaje en busca de notoriedad social.
Romero había nacido en Ciudad Barrios, población situada en el «Oriente» salvadoreño, el año 1917. Como sacerdote y obispo jamás soñó con ser un héroe; sin embargo, su alto sentido de la responsabilidad le obligó a reaccionar ante la sangre derramada y luchar en favor de la dignificación de los más pobres de su país.
El rostro amable de Romero, esculpido en piedra entre Dietrich Bonhoeffer y Martin Luther King en el frontispicio de la catedral de Westmister, junto a los «nuevos mártires» del siglo XX, invita a mantener la esperanza contra toda desesperanza.
En contadas ocasiones a lo largo de la vida, los hombres padecen injusticias que los sobrepasan o son llevados a situaciones de extrema opresión, como la pérdida radical de la libertad. Es entonces cuando algunos sacan milagrosamente de sí lo mejor que poseen.
También en las cárceles del régimen nazi hubo personas que lucharon para que no fuera definitivamente conculcada la dignidad humana. Su comportamiento y sus decisiones altruistas testifican la perenne necesidad que existe de luchar contra toda desesperanza, de reparar en lo posible las injusticias y de anticipar un futuro más humano.
Dietrich Bonhoeffer nació en 1906 en Breslau (Alemania). Fue pastor, teólogo y profesor. Miembro de la Iglesia confesante alemana, participó activamente en la resistencia contra Hitler. Encarcelado en 1943, fue ejecutado el 9 de abril de 1945.
Muchas biografías y estudios sobre Isabel la Católica ha aparecido con motivo del 500 aniversario de su muerte. El libro de José María Javierre intenta colmar un vacío al conjuntar el rigor histórico y la semblanza biográfica con un estilo ameno y cálido. El resultado es una obra que se lee como una auténtica novela.
Durante cinco siglos doña Isabel de Castilla, reina de España, persiste como figura enigmática. La acusan de haber envenenado mediante una trucha a su hermano Alfonso, quien la precedía en la sucesión real; de ordenar el asesinato de su pretendiente Pedro Girón, maestre de Calatrava, para esquivar el poder de los nobles; de favorecer la muerte de su hermanastro Enrique IV y usurpar la corona a su sobrina Juana la Beltraneja; de sembrar el terror con procesos y hogueras de la Inquisición; de arrojar de España a judíos y moriscos, masacrar guanches en Canarias, indios en América; de soberbia, altanera, autoritaria…
Bastan dos citas de contemporáneos suyos para situarnos en la incómoda complejidad del personaje. El defensor de los indios Bartolomé de las Casas no puede menos de reconocer «el santo celo, intenso cuidado, continuo sospiro de la dicha Señora muy alta Reina, a favor destas gentes y para la conservación y salvación dellas». El cronista Bernáldez escribió: «La más temida y acatada reina que nunca fue en el mundo, ca todos los duques, maestres, condes, marqueses e grandes señores la temían e avían miedo della».
¿Quién fue Isabel la Católica? Santa o demonio…