Lo que se ha de creer (El Símbolo de los Apóstoles), lo que se ha de desear (el Padrenuestro y el Avemaría), y lo que se ha de poner en práctica (Los Mandamientos).
Aborda con valentía y un fino sentido del humor las principales inquietudes espirituales del hombre actual.
Este excelente libro de espiritualidad es una gran ayuda para todos los cristianos que quieran crecer en vida interior, dar vigor y profundidad a su fe, y tener una relación más íntima y amorosa con el Señor.
Los comentarios y meditaciones ascéticas que lo componen abordan aspectos básicos de la vida cristiana, y, según expresa el propio autor - " Lo que estaba escribiendo lo tomé prestado"-, su mensaje está inspirado en las enseñanzas de san Josemaría Escrivá de Balaguer:
"¡Cuántas veces he pedido al Señor que fuera vida de mi vida, para que aprendiera a santificar todas mis ocupaciones! Eso pido ahora también para todos los lectores de estas meditaciones."
Salvador Canals nació en Valencia en 1920. En 1942 se doctoró en Derecho por la Universidad de Madrid, trasladándose ese mismo año a Italia para estudiar Derecho Canónico.
En 1948 recibió la ordenación sacerdotal. Desde entonces, y hasta el día de su fallecimiento, ejerció con celo ejemplar su ministerio. Desempeñó importantes encargos en los Dicasterios de la Santa Sede, entre ellos el de consultor de la Congregación del Clero y de la Pontificia Comisión de Comunicaciones Sociales.
Fue Auditor del Tribunal de la Sacra Romana Rota, nombrado por el Beato Juan XXIII.
Además de Ascética meditada escribió varias obras de carácter jurídico y otras relacionadas con el campo cinematográfico.
La vida interior no crece si se basa sólo en el propio perfeccionamiento. La ascética cristiana descansa sobre un principio divino: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas".
El autor expone, en un estilo asequible y cálido, los diversos aspectos de un tema hermoso y fundamental de la doctrina cristiana: la filiación divina. Parte del concepto de filiación para desembocar en la exigencia del cumplimiento heroico de la voluntad de Dios, que presupone una confianza ilimitada en su sabiduría y bondad. El hijo no duda de su padre en ningún momento. Y a los hijos de Dios les ocurre igual: sienten la benéfica proximidad del Padre; les basta saber que está con ellos.
La confianza en el Señor requiere abandonar en sus manos los proyectos y deseos, pues los hijos de Dios saben muy bien que Él es infinitamente santo y justo, bueno y sabio.
Joseph Lucas nació en diciembre de 1875 en Denzer (Alemania), y murió el 20 de marzo de 1949, en Limburg, después de una larga enfermedad.
Entre 1901 y 1915 se consagró a la formación de las nuevas generaciones de religiosos, y durante la Guerra Europea fue director espiritual del Hospital Militar de Coblenza. Después, por poco tiempo, como misionero popular predicó desde el púlpito a miles de personas.
Dirigió varias revistas y fue autor de muchos libros religiosos, cuyas altas tiradas muestran que había acertado en el tono que llega a los corazones. Sus libros son fruto de su amoroso conocimiento del alma humana en su búsqueda de Dios y del bien: de sus derrotas y privaciones, de las victorias y las esperanzas de esa alma.
Este libro es un canto a la caridad, y una invitación para amar a Jesucristo, en humilde correspondencia al amor que Él nos ha mostrado y nos muestra con su Pasión, y al quedarse como alimento en la Eucaristía.
La mayor parte del libro está dedicada a exponer el íntimo sentido de las dotes de la caridad, que describe San Pablo, y con ese espíritu, el autor llama a amar a Cristo con todas sus consecuencias. Porque quien ama al Señor ama la mansedumbre; huye de la envidia y de la tibieza; es humilde y no se ensoberbece; no se apega a nada de lo creado y no ambiciona más que a Jesucristo; no se irrita contra el prójimo, y todo lo sufre por el Señor, especialmente la pobreza, las enfermedades y los desprecios. En suma, sólo quiere lo que quiere Cristo, cree cuanto Él ha dicho, y todo lo espera de Él.
Alfonso María de Ligorio nació en Marianella, junto a Nápoles, en 1696, en el seno de una familia de abolengo originaria de España. Cursó estudios de derecho, y ejerció con brillantez la abogacía hasta que, en 1723, sintió la llamada de Dios para el sacerdocio. Fue ordenado en 1726 y se consagró por entero a su tarea pastoral.
En 1732 fundó la Congregación Misionera del Santísimo Redentor (redentoristas), y más tarde fue nombrado obispo. Se desvivió por revitalizar la piedad sacerdotal y por cuidar la formación de los seminaristas, y promovió sin descanso el compromiso de los laicos con la fe. Murió en 1787.
Canonizado en 1839, fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1871.
El autor nos muestra a San José silencioso, siempre en la penumbra, fiel a los designios de Dios, solícito con su esposa María y protegiendo a Jesús como un buen padre de familia.
Los evangelios dedican a San José sólo unas pocas frases y no nos ofrecen ni una palabra suya. Desde esta escasa base histórica, las alusiones evangélicas y los datos de la Tradición, corroborados por los Santos Padres, el autor nos describe al hombre que veló y cuidó en la tierra de María y de Jesús.
Esta obra ofrece una síntesis de las enseñanzas que a través de los siglos nos han legado los grandes maestros de la vida espiritual de todas las épocas, escuelas y tendencias. Constituye una verdadera «Historia de la espiritualidad cristiana» desde los tiempos apostólicos hasta el Concilio Vaticano II. En relación con la importancia de cada una, el autor expone ampliamente la doctrina de las figuras verdaderamente señeras y fundamentales de todas las épocas y escuelas, aunque sin omitir ningún nombre que merezca figurar en una amplia antología de espiritualidad cristiana. Su estilo es claro y sencillo, y se busca en todo momento la objetividad en los juicios críticos.
Antonio Royo Marín, dominico, es autor en la BAC de más de una veintena de obras; de ellas recordamos: Ser o no ser santo... Esta es la cuestión (2000), Por qué soy católico. Confirmación en la fe (2001), Doctoras de la Iglesia (2002).
Este volumen sustitye al n.º 347 de la colección "BAC Normal".
El autor nos ofrece estimulantes planteamientos para emprender una vida espiritual sencilla, no sin amables exigencias prácticas, que nos levantan el ánimo y despiertan los deseos de emprender con optimismo un trato confiado con Dios nuestro Padre.
Reconociendo la realidad humana de este mundo tan cambiante, que nos ha tocado, Knox nos sitúa ante la perspectiva de ambiciones en la vida interior; nos anima a alcanzar metas "a la medida" de la humildad de cada uno y que, precisamente por contemplarlas desde nuestra debilidad, comprendemos con sencillez que no podemos alcanzarlas sin la ayuda divina, sin la gracia de Dios, que nos acoge y nos abraza con su amor inefable de Padre.
El autor de Hablar con Dios nos ofrece 55 breves meditaciones sobre el misterio eucarístico, acompañadas de textos de otros autores antiguos y modernos. Una ayuda valiosísima para vivir la Eucaristía.
A lo largo de los siglos muchos cristianos han acudido a honrar a Cristo presente en el Sagrario. Los jueves se venera de modo especial la institución de la Eucaristía. Juan Pablo II nos animó a vivir la Eucaristía, y nos invita a encontrar la fortaleza de Jesús y su paz a través de este Sacramento.