En este tomo se han reunido cuatro meditaciones de Guardini que tienen como centro la persona de Jesús – reflejado en los Evangelios -, como su aspecto divino tan
visible en los escritos paulinos y de San Juan. En sus análisis el autor conjuga con audacia y novedad los aspectos psicológicos y la exégesis, para penetrar con mayor profundidad en la figura de Jesús.
En el mundo moderno Guardini ha sabido como pocos destacar la necesidad de la contemplación para conseguir una vida humana a plenitud. Dentro de la espiritualidad contemporánea, el autor supera las simples devociones y vuelve a las grandes fuentes de la vida del espíritu: la liturgia, la Sagrada Escritura y la fe como medios para el trato personal con Jesucristo. Este volumen contiene una serie de reflexiones sobre la oración, en concreto sobre la oración dominical y los Salmos. Por otra parte incluye una colección de “oraciones teológicas” que hacen referencia a los puntos esenciales de nuestra fe con el fin de interiorizarlos en la vida diaria.
La piedad popular y el sentimiento religioso del pueblo que se inicia en el siglo XII, van al mismo tiempo ligados y desligados del culto litúrgico oficial. Lo que Maldonado describe y estudia en este libro es el proceso que siguió la Piedad entre los siglos XII al XIV: la figura mayestática de Cristo (Christus Rex) va cediendo paso al Jesús doliente más emotivo, que cuenta a su lado con María y los Santos. De esta transformación le interesa al autor su repercusión en el presente, ya que lo que nació entonces sigue vivo en nuestros días.
Las bienaventuranzas son esencialmente autobiográficas, Jesús las vive y las proclama. En ellas nos habla, ante todo, de sí mismo: Nos revela sus propios criterios, su mentalidad, su escala de valores y sus actitudes vitales. Las bienaventuranzas constituyen su verdadera radiografía. Jesús es su autor y su contenido: el Mensajero y el Mensaje. Y "la vida religiosa es el seguimiento radical de las bienaventuranzas". (Juan Pablo II)
EL AUTOR
Severino-María Alonso
(+) Misionero Claretiano (1933-2009). Doctor en Teología. Diplomado en Espiritualidad y Mariología. Catedrático de Teología de la Vida Consagrada en el Instituto Teológico de Vida Religiosa, de Madrid. Profesor en la Escuela “Regina Apostolorum”. Director de “Vida Religiosa” (1980-1986). Director del ITVR (1981-1987). Ha escrito innumerables libros y artículos sobre Teología de la vida consagrada y Teología de la vida espiritual cristiana. Toda su vida estuvo dedicada a profundizar en la teología de la Vida Consagrada, para presentarla a sus oyentes y lectores con la mayor competencia posible. En sus escritos se puede apreciar el profundo respiro de fresca novedad que el Concilio Vaticano II aportó a Iglesia y a la vida religiosa en ella.
El fenómeno cultural y antropológico que supone la religiosidad popular es analizado por el autor, que trata de descubrir la dimensión religiosa de lo popular y su relación con lo cristiano. Una serie de fenómenos y movimientos culturales y sociales acaecidos en nuestro siglo han provocado un retorno a lo religioso y lo sagrado, lo cual supone un gran avance dialéctico al incorporar críticamente el hecho de la secularización. En esta nueva coyuntura cultural, el estudio de la religiosidad popular y sus valores más permanentes pueden resultar de gran interés.
El título del libro ya explica, en cierto modo, su contenido. No pretendemos abarcar todos los misterios de la vida de Cristo, sino detenernos en el misterio pascual: en su Pasión, Muerte y Resurrección. Misterio ya anticipado, celebrado y prolongado en la Eucaristía.
El misterio pascual nos lleva a una profundización en el cristocentrismo. La Iglesia, desde sus orígenes, ha predicado a Cristo como Camino, Verdad y Vida. La espiritualidad se ha mantenido sólida y fuerte sobre esta base en el decurso de los siglos. Cristo criterio, centro y modelo de la vida y del actuar.
El cristocentrismo se explicita y adquiere medidas más humanas a través de la devoción al Sagrado Corazón. No son realidades diversas. Dado que el Verbo se hizo carne y asumió una verdadera humanidad, no sólo se puede «pintar la faz humana de Jesús», sino que Él mismo nos ha mostrado los rasgos de su propio cuerpo humano, marcado por las huellas de su misterio pascual.