«El don de la vocación al presbiterado, sembrado por Dios en el corazón de algunos hombres, exige a la Iglesia proponer un serio camino de formación, como ha recordado el papa Francisco, con ocasión del discurso en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Clero (3 de octubre de 2014): “Se trata de custodiar y cultivar las vocaciones, para que den frutos maduros. Ellas son un ‘diamante en bruto’, que hay que trabajar con cuidado, paciencia y respeto a la conciencia de las personas, para que brillen en medio del pueblo de Dios”».
Este Documento Preparatorio propone una reflexión articulada en tres pasos. Se comienza delineando brevemente algunas dinámicas sociales y culturales del mundo en el que los jóvenes crecen y toman sus decisiones, para proponer una lectura de fe. Posteriormente se abordan los pasos fundamentales del proceso de discernimiento, que es el instrumento principal que la Iglesia desea ofrecer a los jóvenes para que descubran, a la luz de la fe, la propia vocación. Por último, se ponen de relieve los componentes fundamentales de una pastoral juvenil vocacional. Por lo tanto, no se trata de un documento completo, sino de una especie de mapa que pretende fomentar una investigación cuyos frutos sólo estarán disponibles al término del camino sinodal.
Después de haber reflexionado, en la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos de octubre de 2014, sobre «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», la XIV Asamblea Gene­ral Ordinaria, que tendrá lugar del 4 al 25 de octubre de 2015, tratará el tema de «La voca­ción y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo». El largo camino si­nodal se presenta, de este modo, marcado por tres momentos íntimamente vinculados entre sí: la escucha de los desafíos de la familia, el discernimiento de su vocación y la reflexión sobre su misión. Todo el pueblo de Dios ha sido implicado en el proceso de reflexión y profundización, también gracias a la guía semanal del Santo Padre, el cual, con sus catequesis sobre la fa­milia en las audiencias generales y en otras ocasiones, ha acompañado este camino común. El renovado interés por la familia, suscitado por el sínodo, ha sido confirmado por la amplia atención que se le ha conce­dido a la misma, no solo por parte de los ambientes eclesiales, sino también de la so­ciedad civil.
«Los fieles poseen un instinto hacia la verdad del Evangelio, que les permite reconocer y refrendar la auténtica doctrina cristiana y su práctica, así como rechazar aquello que es falso. Ese instinto sobrenatural, ligado intrínsecamente al don de la fe recibida en la comunión de la Iglesia, es denominado sensus fidei, y permite a los cristianos llevar a cabo su vocación profética» (n.2).
En su quinquenio de 2009-2014, la Comisión Teológica Internacional estudió la naturaleza del sensus fidei y su lugar en la vida de la Iglesia. Las discusiones generales sobre este asunto fueron mantenidas en numerosos encuentros de la subcomisión y durante las Sesiones Plenarias de la propia Comisión Teológica Internacional, que tuvieron lugar en Roma entre 2011 y 2014. El texto «Sensus fidei» en la vida de la Iglesia fue aprobado in forma specifica por la mayoría de los miembros de la comisión, por voto escrito, y fue posteriormente presentado a su presidente, cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que autorizó su publicación.
La Comisión Teológica Internacional (CTI) ha estu­diado distintos aspectos de la tarea teológica en tex­tos previos, de manera notable en: La unidad de la fe y el pluralismo teológico (1972), Magisterio y teología (1975) y La interpretación de los dogmas (1990). El presente texto pretende identificar los rasgos familiares distintivos de la teología católica. Considera perspectivas y principios básicos que caracterizan la teología católica, y ofrece criterios por medio de los cuales teologías múltiples y diver­sas pueden ser reconocidas, sin embargo, como auténticamente católicas y partícipes, por tanto, de la misión de la Iglesia católica, que es proclamar la buena nueva a personas de todas las naciones, tri­bus, pueblos y lenguas (cf. Mt 28,18-20; Gén 7,9)para reunirlos a todos, haciéndoles capaces de escuchar la voz del único Señor, en un solo rebaño con un solo pastor.
En las últimas décadas se ha hablado de la urgencia de la nueva evangelización. Teniendo presente que la evangelización constituye el horizonte ordinario de la actividad de la Iglesia y del anuncio del Evangelio ad gentes, la nueva evangelización está dirigida más bien a aquellos que se han alejado de la Iglesia en los países de antigua cristiandad. Este fenómeno, lamentablemente, existe con diversos matices también en los países donde la Buena Noticia ha sido anunciada en los últimos siglos, pero todavía no ha sido suficientemente acogida hasta transformar la vida personal, familiar y social de los cristianos. Por esta razón, Benedicto XVI ha decidido convocar la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana (del 7 al 28 de octubre de 2012). La asamblea sinodal tendrá como finalidad examinar la situación actual en las Iglesias particulares, para señalar, en comunión con el Papa, nuevos modos y expresiones de la Buena Noticia, que ha de ser trasmitida al hombre contemporáneo con renovado entusiasmo. Se trata de un desafío para extraer, como el escriba que se hizo discípulo del Reino, cosas nuevas y cosas viejas del precioso tesoro de la Tradición (cf. Mt 13,52).
La Comisión Teológica Internacional ofrece, en primer lugar (Comunión y servicio. La persona humana creada a imagen de Dios), una reflexión teológica sobre la doctrina de la "imago Dei" para orientar la reflexión sobre el significado de la existencia humana, al tiempo que busca presentar una visión positiva de la persona humana dentro del universo ofrecida por este tema doctrinal que se ha vuelto a descubrir recientemente.
En un segundo lugar (En busca de una ética universal. Nueva perspectiva sobre la ley natural), la CTI trata de responder a cuestiones perennes acerca del bien y del mal, como cuáles son los valores morales objetivos capaces de unir a los hombres y de proporcionarles paz y bienestar, que hoy son más urgentes que nunca en cuanto que todos hemos tomado conciencia de que formamos parte de una única comunidad mundial.
Título original: Comunione e servizio. La persona umana creata a immagine di Dio; y A la recherche d´une éthique universelle. Nouveau regard sur la loi naturelle
Para los cristianos, la Sagrada Escritura es la fuente de la revelación, la base de su fe y también el punto de referencia de la moral. En la Biblia se pueden encontrar indicaciones y normas para obrar rectamente y para alcanzar la vida plena. Pero esta convicción tropieza con diversas dificultades, de orden teórico y práctico. Por ello, la Pontificia Comisión Bíblica afronta en este documento, en toda su complejidad, la correcta relación entre Biblia y moral, reflexionando sobre el valor y el significado del texto inspirado para la moral de nuestro tiempo.
Título original: Bibblia e morale. Radici bibliche dell´agire cristiano.
Esta nueva Instrucción, elaborada con el apoyo de la Pontificia Academia para la Vida y un gran número de expertos internacionales, quiere contribuir a la formación de las conciencias en cuestiones que no sólo interesan a médicos y legisladores, sino a toda persona que busca la verdad. Con respecto a documentos anteriores, afronta nuevos problemas relacionados con la vida y la procreación humana, contemplando también algunas nuevas propuestas terapéuticas que implican la manipulación del embrión o el patrimonio genético humano.
«La Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor “más grande”; aquel que impulsa a “dar la vida por los propios amigos”: En efecto, Jesús “los amó hasta el extremo”: Con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos “hasta el extremo”: hasta el don de su cuerpo y de su sangre» (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 1).
"Fuimos salvados en esperanza" (Rom 8,24). A partir de esta idea paulina, S.S. Benedicto XVI ahonda, explica y anima a la esperanza cristiana, afrontando el momento presente y escudriñando el horizonte futuro, que trasciende los límites de este mundo. Fe, esperanza y redención son conceptos y realidades que se entrelazan en el desarrollo de la encíclica ofreciendo ricos e interesantes puntos de reflexión.
En la actual situación de relativismo cultural y de pluralismo religioso, el número de niños no bautizados aumenta de manera considerable. En esta situación se hace más urgente la reflexión sobre la posibilidad de salvación para estos niños. La Iglesia es consciente de que esta salvación se puede alcanzar únicamente en Cristo por medio del Espíritu. Pero no puede renunciar a reflexionar acerca del destino de todos los seres humanos creados a imagen de Dios y, de manera particular, de los más débiles y de aquellos que todavía no tienen el uso de la razón y de la libertad. Esta es la intención y el interés de este documento elaborado por la Comisión Teológica Internacional.
«Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vi-da. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orienta-ción decisiva [...] La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compen-dian el núcleo de su existencia: «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (6,4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo [...] Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un «mandamiento», sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro» (Deus caritas est, 1).
La X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, una de las más complejas de la historia sinodal, se celebró durante los días 30 de septiembre al 27 de octubre de 2001. El Papa asistió a todas las sesiones, en las que resultó llamativa, como pocas veces, la gran libertad de expresión que mostraron numerosos sinodales, especialmente los orientales, los religiosos y algunos sectores concretos. Dos años después, Juan Pablo II ofrece a la Iglesia esta nueva exhortación apostólica, Pastores gregis, en la que recoge los frutos del Sínodo, profundamente enraizados en las enseñanzas y directrices del Concilio Vaticano II.
El diaconado, tras prestar importantes servicios a la vida de las comunidades cristianas en tiempos de la Iglesia antigua, cayó en declive durante la Edad Media llegando al punto de desaparecer como ministerio permanente y quedando solo como momento de transición hacia el presbiterado y el episcopado. Después de su restauración como ministerio efectivo, puesto a disposición de las Iglesias particulares por el Concilio Vaticano II, se ha asistido a un proceso diferenciado de recepción, en el que se han planteado diversas cuestiones. La Comisión Teológica Internacional las ha abordado con el fin de esclarecerlas merced a un conocimiento mejor de las fuentes históricas y teológicas, así como de la vida actual de la Iglesia.
Texto original en francés publicado por La Documentation Catholique.
«Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucaristía, que es el sacramento por excelencia del misterio pascual, está en el centro de la vida eclesial. Se puede observar esto ya desde las primeras imágenes de la Iglesia que nos ofrecen los Hechos de los Apóstoles: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (2,42). La “fracción del pan” evoca la Eucaristía. Después de dos mil años seguimos reproduciendo aquella imagen primigenia de la Iglesia. Y, mientras lo hacemos en la celebración eucarística, los ojos del alma se dirigen al Triduo pascual: a lo que ocurrió la tarde del Jueves Santo, durante la Última Cena y después de ella» (Ecclesia de Eucharistia, 3).
Este Directorio tiene la finalidad de orientar y, en algunos casos, prevenir de abusos y desviaciones las diversas devociones que han ido surgiendo a lo largo de los siglos en el seno de la Iglesia. En este sentido, ofrece una serie de orientaciones para los ejercicios de piedad centradas en la historia, la teología y la liturgia, al tiempo que brinda sugerencias prácticas sobre el tiempo, el lugar, el lenguaje y otros elementos para armonizar las acciones litúrgicas y los ejercicios de piedad.
Esta nueva carta apostólica de Juan Pablo II, en la que se proclama el año que va de octubre de 2002 a octubre de 2003 Año del Rosario, ofrece unas importantes reflexiones sobre el tradicional rezo del Rosario, oración contemplativa que, a través de la Virgen María, permite al orante cristiano ahondar en el misterio salvífico de Cristo: «El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología [...] En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor», comenta el Papa al comienzo de la introducción. El documento aporta también la contemplación de un nuevo ciclo de cinco misterios que podrían llamarse «luminosos», y que, vinculados al jueves en el ciclo semanal, desgranan la vida pública de Jesús: su bautismo, su autorrevelación en las bodas de Caná, su anuncio del Reino de Dios, su transfiguración y la institución de la Eucaristía.
La carta apostólica Novo millennio ineunte, firmada por el papa Juan Pablo II el 6 de enero de 2001, con ocasión de la clausura de la Puerta Santa, es el documento conclusivo del Año Jubilar. Interpreta la exigencia de una Iglesia que, tras un año de intensa experiencia espiritual, se siente llamada a «ir mar adentro» ?según la orden que Jesús dio a Pedro (Lc 5, 4)? afrontando los desafíos del mundo.
La carta se articula en cuatro capítulos, con un hilo único conductor, Cristo: «El encuentro con Cristo, herencia del Gran Jubileo»; «Un rostro para contemplar»; «Caminar desde Cristo», y «Testigos del amor».
La Puerta Santa se cierra, pero queda más abierta que nunca la «puerta viva», Cristo Jesús, simbolizado en la Puerta Santa. La Iglesia, después del entusiasmo jubilar, no vuelve a una cotidianidad anodina. Por el contrario, le espera un nuevo impulso apostólico, animado y sostenido por la confianza en la presencia de Cristo y en la fuerza del Espíritu.
En la Bula de convocatoria del Año Santo del 2000, Incarnationis mysterium, Juan Pablo II señalaba, entre los signos «que oportunamente pueden servir para vivir con mayor intensidad la insigne gracia del jubileo», la purificación de la memoria. Esta purificación cabe entenderla como un proceso de liberación de la conciencia personal y común de todas las formas de resentimiento o de violencia que la herencia de culpas del pasado puede haber-nos dejado. ¿Cómo afrontar este reto? Mediante una valoración renovada, histórica y teológica, de los acontecimientos implicados que conduzca a un reconocimiento correspondiente de la culpa (si la hubo) y a un camino real de reconciliación.
A este fin, la Comisión Teológica Internacional ofrece ahora a toda la Iglesia el servicio del presente documento, fruto de intensos estudios y numerosos encuentros mantenidos entre 1998 y 1999. El texto resultante ha contado con la aprobación del Presidente de la Comisión y Precepto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, el cardenal J. Ratzinger.