La herencia del esclavismo y de las misiones, o sea, de la supremacía cultural blanca en general, nos ha llevado a aventurar que el africano es un ser más supersticioso y mágico que racional. Ya hace más de medio siglo que Placide Tempels, en La filosofía bantú, sentenció que las mentes negras no tenían nada de irracional; o mejor dicho, nada más de irracional que las mentes blancas o amarillas. Pero el veredicto todavía no ha calado en las escrituras y los templos del saber académico. ¿Cuántas universidades dedican parte de su docencia al pensamiento africano? Se podrían contar con los dedos de una mano, incluso en África.
La presente recopilación ayuda a descubrir lo que es un enigma a voces. Gracias al editor E. C. Eze, disponemos de un manual introductorio al tema. En la primera entrega, se abordaba el análisis de las ideologías modernas africanas, siempre asociadas a la denuncia política y a la lucha por la emancipación. En esta segunda entrega la ambición es mayor, porque se aspira a reconocer unas tradiciones filosóficas que la mayoría de los profesionales del pensamiento simplemente desconocen, y que algunos incluso rechazan a priori.
La filosofía africana es en gran medida una disciplina negada. Injustamente, si atendemos a las reflexiones que siguen sobre metafísica, sobre cosmovisiones singulares o sobre sistemas de sabiduría como, por ejemplo, la adivinación ifa. Está claro: el filósofo africano ha cocinado ideas desde tiempos inmemoriales, y seguirá haciéndolo. Otra cosa es que lo invitemos a nuestras mesas más selectas.