La mayoría de las reflexiones sobre el arte remiten a los gustos que imperan en una época. A ello contribuyen también las academias y los expertos en estética. Por eso, adentrarse en el territorio de la belleza resulta muy arriesgado si se elige como guía a un desconocido matemático ruso, que vivió en el primer tercio del siglo XX e hizo del icono la clave interpretativa. En su obra El iconostasio, donde reflexiona sobre la historia y la filosofía del arte, Florenski propone entender y configurar el mundo desde el arte, proporcionando aquellos materiales que pueden servir para elaborar una teoría estética integral. El icono, considerado por el autor una expresión artística accesible externamente a todos, le permite abordar los temas estéticos más complejos: la cosmovisión platónica y la kantiana, la relación del hombre con la naturaleza, la aparición del retrato y el paisaje, el arte en las diferentes tradiciones, el léxico específico sobre el rostro, o las técnicas y procedimientos de la pintura. Porque nada escapa a la mirada de quien, contemplando un icono, ha visto más adentro.