Desde cualquier punto de vista que se considere a Gregorio de Nacianzo (a. 330-390), se trata de un personaje complejo. El corpus literario que nos ha dejado abarca la gama completa de las formas retóricas griegas que estaban en uso durante la segunda mitad del siglo IV de nuestra Era.
Así, han llegado hasta nosotros 45 Discursos, cuidadosamente elaborados, que incluyen sermones para las grandes fiestas litúrgicas, panegíricos sobre algunas de las grandes figuras del cristianismo antiguo, oraciones fúnebres dedicadas a los amigos y a sus familiares más directos, discursos polémicos contra sus enemigos, tratados doctrinales e incluso apologías de su propia vida personal y sobre el desempeño de su ministerio pastoral.
También conservamos muchas de sus Cartas, con variedad de argumentos: unas con tono familiar, otras con materias sobre distintos servicios, otras muy corteses y cuidadas, pero todas escritas con la brevedad y elegancia tan características de la época que le tocó vivir y propias de un autor bien entrenado.
Finalmente han llegado hasta nosotros 17.000 versos que incluyen Poemas en lenguaje y estilo homérico, amplias narraciones de la «epopeya» de su propia vida, exposiciones didácticas sobre las virtudes clásicas y cristianas, oraciones personales para distintos momentos y circunstancias, algunas reflexiones sobre la enfermedad, la ancianidad y otros avatares humanos y, finalmente, epitafios para personas de su propia familia y otros amigos.
En este primer volumen se ofrecen los quince primeros Discursos, según la numeración adoptada por los monjes benedictinos de san Mauro en la edición de J. P. Migne, y que presentan una buena selección de los aspectos doctrinales que preocupaban al Nacianceno. La mayoría de ellos se publican por primera vez en la lengua castellana.
La Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y la Editorial Ciudad Nueva de Madrid unen sus esfuerzos para la edición y publicación de estas páginas. Ambas instituciones desean contribuir así al homenaje al prof. Marcelo Merino Rodríguez en su 70 Aniversario, con motivo de su Jubilación Académica.
Sinopsis: El éxito de Gregorio como poeta, a través de los siglos, es la confirmación más valida y segura de este reconocimiento.
Publicamos en este volumen la traducción íntegra de su Autobiografía (Carmen de vita sua), sin duda la más bella autobiografía en verso de la literatura griega, además de ser la primera; y juntamente con ella una obra en prosa, la Fuga (Sermo apologeticus de fuga), que se cuenta entre sus primeros escritos y que, esencialmente, constituye un verdadero tratado sobre a naturaleza y la responsabilidad del sacerdocio. Este tratado sirvió como modelo y fuente a Juan Crisóstomo y a Gregorio Magno.
Estas dos obras enmarcan toda la actividad ministerial, llena de trabajos y dificultades y verdaderamente paradigmática de Gregorio. La primera puede situarse en los comienzos de su sacerdocio, hacia el año 362, mientras que la segunda fue escrita inmediatamente después de su dimisión como obispo de Constantinopla, en la que se hallaba presidiendo el segundo Concilio ecuménico oriental (381).
Sinopsis: De sus 45 Homilías, todas ellas de valor incalculable, se recogen en esta obra las tres que conciernen al ciclo de la Natividad, es decir: la nº 38 Sobre la Navidad, la nº 39, Sobre la Epifanía y la nº 40 Sobre el Bautismo del Señor. Las tres fueron pronunciadas entre el 379 y el 381.
Se trata de unas Homilías de gran profundidad teológica y pastoral, que dejan entrever esa fe y doctrina "con las cuales -según Rufino- no puede dejar de concordar todo aquel que quiera definirse ortodoxo", y que han merecido con toda justicia a su Autor el título de "Teólogo" y la autoridad manifiesta e indiscutible de la que siempre ha gozado, aún mucho más allá de las fronteras de la Iglesia griega.
Sinopsis: Sus cinco discursos teológicos fueron pronunciados siendo Gregorio obispo de Constantinopla, en defensa de la ortodoxia nicena frene a las doctrinas arrianas. Se denominan teológicos porque tienen por objeto a Dios mismo en su unidad y trinidad.
Su teología revela una conciencia muy clara de la incomprensibilidad de Dios y una oposición radical a la pretensión racionalista de conocer la misma naturaleza divina.
Poco podemos saber o decir de realidades tan inefables como las que acontecen en el seno de Dios. Ello exige del teólogo el sometimiento a unas leyes: de las cosas santas hay que hablar santamente; de Dios no se puede discutir a destiempo, sin medida, sin la debida reserva. El oficio de teólogo es, para Gregorio, ante todo una vocación cristiana. De ahí que requiera fe en la revelación divina y que haya que dar la palabra en primer término a la Sagrada Escritura.