Editore: CSIC
Data di pubblicazione: Dicembre 2012
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En este estudio se analiza la concepción de la misión y sus definiciones múltiples en la provincia jesuítica del Perú, entre 1568 y 1640. La Compañía de Jesús era en aquel entonces una institución mundial, dispersa y en pleno crecimiento, que logró permanecer unida gracias a su administración centralizada y a una legislación unitaria, las Constituciones. La misión, como expresión del cuarto voto que pronunciaban los jesuitas, proclamaba su movilidad apostólica y, como estrategia pastoral, realizaba la universalidad de su apostolado. Pero a esta movilidad ideal se oponía la situación sedentaria que imponían la institucionalización de la Orden, la variedad de sus actividades y el contexto parroquial de la evangelización de los indios en Hispanoamérica, impuesto por el Patronato Real de la Iglesia. Los debates de los jesuitas del Perú y su diálogo con las autoridades centrales en Roma acerca de la definición de los territorios de la misión y la especialización de su personal misionero ponen de manifiesto que la misión fue un tema de negociación permanente. Lo demuestran en este libro el análisis de los catálogos del personal jesuita, los conflictos acerca del aprendizaje de las lenguas indígenas y la medida del impulso misionero a través de las cartas anuas, que permiten definir tres etapas de la misión. Desde la fundación de la provincia hasta los años 1580, los jesuitas asientan su papel en la evangelización de los indios de los Andes en una acción sedentaria y a la par en la movilidad de las misiones volantes. Este impulso se concreta en la existencia de un personal especializado, pero escasamente formado y reclutado en el mismo Perú en función de su aptitud para las lenguas indígenas. Luego la provincia se extiende hacia las fronteras del Imperio español, experimenta una crisis de crecimiento y duda de su identidad misionera. Decaen entonces las misiones volantes, que toman entonces a su cargo un personal menos numeroso. La división geográfica de la provincia en 1607 y el abandono por el Perú de las misiones fronterizas del Paraguay, que pasan a formar una nueva provincia, permiten resolver en parte la crisis. A partir de 1610, al participar en las visitas de extirpación de idolatrías, los jesuitas del Perú se concentran en las misiones a los indios ya convertidos al cristianismo. Las misiones volantes se hacen más frecuentes y emplean a un personal americano en mayor proporción, bien formado pero menos especializado. El papel de la Orden en la evangelización de los indios se encuentra así legitimado, sin que cese cierta resistencia interna hacia la actividad misional.
En este estudio se analiza la concepción de la misión y sus definiciones múltiples en la provincia jesuítica del Perú, entre 1568 y 1640. La Compañía de Jesús era en aquel entonces una institución mundial, dispersa y en pleno crecimiento, que logró permanecer unida gracias a su administración centralizada y a una legislación unitaria, las Constituciones. La misión, como expresión del cuarto voto que pronunciaban los jesuitas, proclamaba su movilidad apostólica y, como estrategia pastoral, realizaba la universalidad de su apostolado. Pero a esta movilidad ideal se oponía la situación sedentaria que imponían la institucionalización de la Orden, la variedad de sus actividades y el contexto parroquial de la evangelización de los indios en Hispanoamérica, impuesto por el Patronato Real de la Iglesia. Los debates de los jesuitas del Perú y su diálogo con las autoridades centrales en Roma acerca de la definición de los territorios de la misión y la especialización de su personal misionero ponen de manifiesto que la misión fue un tema de negociación permanente. Lo demuestran en este libro el análisis de los catálogos del personal jesuita, los conflictos acerca del aprendizaje de las lenguas indígenas y la medida del impulso misionero a través de las cartas anuas, que permiten definir tres etapas de la misión. Desde la fundación de la provincia hasta los años 1580, los jesuitas asientan su papel en la evangelización de los indios de los Andes en una acción sedentaria y a la par en la movilidad de las misiones volantes. Este impulso se concreta en la existencia de un personal especializado, pero escasamente formado y reclutado en el mismo Perú en función de su aptitud para las lenguas indígenas. Luego la provincia se extiende hacia las fronteras del Imperio español, experimenta una crisis de crecimiento y duda de su identidad misionera. Decaen entonces las misiones volantes, que toman entonces a su cargo un personal menos numeroso. La división geográfica de la provincia en 1607 y el abandono por el Perú de las misiones fronterizas del Paraguay, que pasan a formar una nueva provincia, permiten resolver en parte la crisis. A partir de 1610, al participar en las visitas de extirpación de idolatrías, los jesuitas del Perú se concentran en las misiones a los indios ya convertidos al cristianismo. Las misiones volantes se hacen más frecuentes y emplean a un personal americano en mayor proporción, bien formado pero menos especializado. El papel de la Orden en la evangelización de los indios se encuentra así legitimado, sin que cese cierta resistencia interna hacia la actividad misional.