En el diálogo de Jesús con Nicodemo se plantea la gran cuestión de la vida cristiana: es preciso nacer de nuevo, de lo alto.
Sin embargo, este nacimiento no se debe en ningún caso a la determinación o al esfuerzo del individuo, sino a la decisión misericordiosa y salvífica de Dios Padre que, por medio del Hijo y del Espíritu, engendra de nuevo a la criatura en el bautismo.
La pasión, la muerte y la resurrección de Cristo aparecen en el corazón de la historia humana como el testimonio verdadero y luminoso del insuperable amor de Dios por sus hijos.