Este libro quiere dar respuesta, de una manera profunda y amena, a la pregunta «¿Por qué llamamos a nuestra Madre del cielo de tantas maneras distintas en los diversos lugares?».
Con la misma filosofía con la que publicamos FE VIVIDA. Cree, celebra, vive, reza (Ediciones Internacionales Universitarias, 2005), «desde la vida del autor a la vida del lector», cada uno de los colaboradores trata de acercar, personalmente, a conocer, tratar, hablar, rezar a la Virgen.
Cada Advocación nos muestra cómo el autor trata a «su» Virgen de modo personal, sabiendo que la Virgen es una, la Madre de Dios y Madre nuestra
Guiado por la excepcional pluma de Pemán, el lector se acercará a María desde una perspectiva nueva, íntima, recorriendo con Ella los acontecimientos que marcaron su vida.
María fue la grande, la suprema contemplativa. Cuando el Evangelio -apenas un par de veces- se vence e inclina hacia la intimidad de María, la pluma de Lucas anota sobriamente: ´María, empero, conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón´. Así (2, 19), después del nacimiento maravilloso: ´Y su madre conservaba estas cosas en su corazón´. Así (2, 51), al hallarlo en el Templo. Y así, seguramente, aunque no se nos diga, en todos los demás pasos de la vida de Jesús a los que Ella asistió o a los que conoció por la referencia de los discípulos que no tendrían a la Madre ausente de los sucesos del Hijo.
Este libro no tiene otro propósito que ese: vislumbrar, aunque sea temerariamente, esas cosas que María guardaba en su ´corazón´. El corazón es la víscera carnal donde más se siente la vida espiritual. El lenguaje vulgar lo utiliza para todas las situaciones radicales: ´poner corazón´ en un empeño; decir ´con el corazón en la mano´; adivinar en una ´corazonada´, ´querer con todo el corazón´. María guardaba, pues, ´esas cosas´ en todo su ser: en su memoria, en su emoción, en su inteligencia, en su intuición. Lo que en este libro queremos medio adivinar es maravilloso, y se nos escapará en enormes dosis de la pluma. El espejo en que vamos a tratar de verlo era, sin embargo, sencillo y limpio como ningún otro.
Desbordante de brillantez, José María Pemán (1897-1981) tiene una página imborrable en la historia de la literatura española. Articulista de excepción, cultivó con indiscutible categoría otros géneros literarios: poeta, dramaturgo, ensayista, orador, novelista, en todos esos géneros destacó como un creador excepcional y como trabajador infatigable, con una sensibilidad exquisita en la que chispea el sabor de su tierra, Cádiz, ´la tacita de plata´.
La Santísima Virgen María, por su fiat en la Anunciación, se ha abierto a la misión del Paráclito en plena entrega a la voluntad del Padre, convirtiéndose no sólo en Cristófora sino también en Pneumatófora, enseñándonos a tratar y a conocer a la tercera Persona de la Trinidad Beatísima. Esta es la doctrina que siempre ha profesado la Iglesia Católica; sin embargo, es un tema recurrente en el pensamiento de los hermanos separados, y, por tanto, en el diálogo ecuménico, el sostener que la teología católica ha sustituido al Espíritu Santo por María, al atribuir la misión del Paráclito a la Madre de Dios. Este libro pretende mostrar cuál ha sido el pensamiento que primeramente los Padres y después los doctores y teólogos de los siglos posteriores hasta nuestros días han tenido de la relación existente entre el Espíritu Santo y la Santísima Virgen María, Madre del Verbo encarnado.
Desde el reto que supone hablar de María hoy en medio de la pluralidad de opciones y tendencias, atendiendo a las indicaciones del Sínodo extraordinario de obispos sobre la Palabra de Dios, este libro ofrece una reflexión sobre la posibilidad, alcance, significado e implicaciones de la denominación de María como "oyente de la Palabra".
A partir de una inicial referencia sobre la presencia de María en la Palabra de Dios escrita, el estudio se adentra en la presentación de la imagen bíblica de María.
A lo largo de estas páginas se mostrará desde un análisis pormenorizado de los principales pasajes de la Sagrada Escritura, que María es con toda propiedad la mujer oyente de la Palabra de Dios y la madre oyente de las palabras de los hombres.