Sinopsis: Sobre Victorino de Petovio son pocas las noticias de la antigüedad llegadas hasta nosotros. San Jerónimo en el De uiris illustribus le dedica estas líneas: “Victorino, obispo de Petovio, no conocía tan bien el latín como el griego. Por eso sus obras, excelentes en cuanto al contenido, aparecen menos valiosas en cuanto a la composición literaria. Son éstas: Comentarios al Génesis, al Éxodo, al Levítico, a Isaías, a Ezequiel, a Abacuc, al Eclesiastés, al Cantar de los Cantares, al Apocalipsis de Juan, Contra todas las herejías, y otras muchas. Al final, alcanzó la corona del martirio” (De uir. illus. 74). La ciudad de Petovio estaba situada en la Panonia Superior (hoy Ptuj en Eslovenia), lugar fronterizo entre la parte oriental y occidental del Imperio Romano donde convivían el latín y el griego. Victorino fue obispo de Petovio en la segunda mitad del siglo III, y murió mártir el año 304, durante la persecución de Diocleciano. El De uiris illustribus le atribuye un importante patrimonio literario, especialmente de carácter exegético; por desgracia, de todos los comentarios a los libros de la Escritura allí citados, sólo el último ha llegado íntegro hasta nosotros. Se trata, por cierto, del más antiguo comentario al Apocalipsis, que conocemos, lo que le confiere un valor histórico añadido al exegético. En la obra asoman los grandes temas teológicos, sobre todo, cristológicos y escatológicos, a los que, de modo especial, se presta el libro sagrado. Y de las otras obras, que san Jerónimo no especifica, únicamente conservamos el tratado De fabrica mundi, un escrito breve en extensión, aunque de no escaso interés teológico. A Victorino hay que reconocerle el mérito de ser el primer exegeta en lengua latina, propiamente dicho; antes que él ninguno de los Padres de occidente ha abordado la tarea de comentar, en su totalidad, alguno de los libros de la Escritura. Confluyen en sus escritos las dos tradiciones teológico-exegéticas: la asiática, propia de Ireneo y Tertuliano, y la alejandrina, representada por Orígenes.
Eusebio de Cesarea es el hombre que mejor supo captar, en su momento histórico (s. IV), el significado de los signos de su tiempo y dejar constancia de ello en sus numerosos escritos. Gracias a él se han conservado documentos y noticias de personas y de obras que, de otro modo, se habrían hundido irremediablemente en la noche del olvido.
Por esa razón, su Historia eclesiástica se convierte, para todo investigador, en una extraordinaria fuente de fuentes no sólo en el campo de la historia de la Iglesia, sino también en el de la historia de la doctrina y, sobre todo, en el ámbito de la historia de la literatura cristiana, incluida la canónica.
La originalidad de esta reedición es la recopilación de los dos volúmenes editados anteriormente en uno solo.
Prólogo, texto griego, versión española y notas de Daniel Ruiz Bueno.
Como obra de elocuencia cristiana, las “Homilías sobre el Evangelio de San Mateo” son un monumento único y ejemplar en el que la voz de San Juan Crisóstomo tiene la resonancia eterna del evangelio que comenta. De ellas, cualquier alabanza resulta corta. Santo Tomás de Aquino las estimaba más que ser dueño de la ciudad de París; el célebre maurino Bernardo de Monfauçon se refería a ellas como la obra de más rico contenido moral de todo el orbe cristiano, y un patrólogo tan eminente como Altaner rinde homenaje a la exactitud exegética que en ellas campea, superior a la del mismo San Agustín.
Ed. bilingüe (griego/español). 4 vols.: I: Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (1-45) (NO0141); II: Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (46-90) (NO0146); III: Tratados ascéticos (NO0169); IV: Homilías sobre la Primera Carta a los Corintios (NO0706).
Prólogo, texto griego, versión española y notas de Daniel Ruiz Bueno.
Como obra de elocuencia cristiana, las Homilías sobre el Evangelio de San Mateo son un monumento único y ejemplar en el que la voz de San Juan Crisóstomo tiene la resonancia eterna del evangelio que comenta. De ellas, cualquier alabanza resulta corta. Santo Tomás de Aquino las estimaba más que ser dueño de la ciudad de París; el célebre maurino Bernardo de Monfauçon se refería a ellas como la obra de más rico contenido moral de todo el orbe cristiano, y un patrólogo tan eminente como Altaner rinde homenaje a la exactitud exegética que en ellas campea, superior a la del mismo San Agustín.
Ed. bilingüe (griego/español). 4 vols.: I: Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (1-45) (NO0141); II: Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (46-90) (NO0146); III: Tratados ascéticos (NO0169); IV: Homilías sobre la Primera Carta a los Corintios (NO0706).
"Y comenzando por Moisés y por todos los profetas [Jesús] les explicó en todas las Escrituras lo que se refería a él" (Lc 24,27).
Los Padres de la Iglesia indagaron a fondo en el Antiguo Testamento en busca de mensajes proféticos referidos al Mesías, y descubrieron que pocos libros bíblicos contienen tantas referencias mesiánicas como los Doce Profetas, también llamados los Profetas Menores no por la menor importancia de sus escritos, sino por la brevedad de los mismos.
Animados por el ejemplo de los escritores del Nuevo Testamento, los Santos Padres hallaron numerosos paralelismos entre los evangelios y los libros proféticos. Entre los acontecimientos profetizados encontraron no sólo la natividad, la huida a Egipto, la pasión y resurrección de Cristo, y la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés, sino también la traición de Judas, el temblor de tierra en la muerte de Jesús y el velo del Templo rasgado. Cada detalle asume así un enorme significado para la doctrina cristiana, como en el caso del bautismo, la Eucaristía y la relación entre la Antigua y Nueva Alianza, entre otros.
En estas páginas encontramos textos -algunos de los cuales se traducen al castellano por primera vez- de más de 30 Padres de la Iglesia, que van de Clemente de Roma, Justino Mártir e Ireneo de Lyón (siglos I-II) a Gregorio el Grande, Braulio de Zaragoza y Beda el Venerable (siglos VI-VIII). Desde el punto de vista geográfico las fuentes se extienden desde los grandes Capadocios -Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y Gregorio de Nisa-, Juan Crisóstomo, Efrén de Siria e Hipólito en Oriente, hasta Ambrosio, Agustín, Cipriano y Tertuliano en Occidente, además de Orígenes, Cirilo y Pacomio en Egipto.
Este volumen constituye, pues, un tesoro del que se pueden extraer riquezas antiguas y nuevas, para una mejor comprensión de la sabiduría de los Santos Padres.
Este volumen continúa y complementa la prestigiosa Patrología de Johannes Quasten. En él se expone la literatura patrística latina desde el concilio de Nicea al de Calcedonia; completando de este modo el plan que J. Quasten había realizado para los siglos anteriores y para la literatura griega de este período. Es la época del giro constantiniano y de sus continuadores; de figuras como Hilario, Ambrosio, Jerónimo, Agustín y León Magno; de las herejías cristológicas; del pelagianismo, y de la progresiva separación cultural entre Oriente y Occidente. En su organización, esta obra se ajusta siempre a los criterios metodológicos de Quasten, conjugando dos exigencias fundamentales: ofrecer un tratamiento amplio y orgánico de las principales figuras y factores que dominan la literatura y la historia de este período, y no sacrificar al objetivo anterior las figuras menores o menos conocidas. En su elaboración se ha prestado especial atención a los escritores de la península Ibérica.
La obra consta de 4 volúmenes: I: Hasta el Concilio de Nicea (NO0206); II: La edad de oro de la literatura patrística griega (NO0217); III: La edad de oro de la literatura patrística latina (NO0422); IV: Del Concilio de Calcedonia (451) a Beda. Los Padres latinos (NO0605).
Sinopsis: Basilio de Cesarea (330-379), uno de los grandes Padres de la Iglesia Oriental, destacó entre otras razones por sus brillantes dotes de orador. Nos ha legado una interesante producción homilética difícil de abarcar, tanto por su diversidad temática como por su extensión. Las homilías que se presentan en este volumen, muchas de ellas en primera traducción al castellano, reflejan mejor que otros discursos el aspecto pastoral de su actividad. Tienen en general una intención moral y contienen numerosas citas de la Sagrada Escritura. Los Panegíricos a los mártires son el testimonio y la memoria de aquellos que, con el sacrificio de su vida, sellan su adhesión inquebrantable a Cristo. Mediante una acertada argumentación, Basilio logra su propósito final: despertar la devoción de sus oyentes y exhortar a la imitación; sin dejar de lado, en alguno de los panegíricos, su postura ante las herejías en auge. El segundo conjunto de discursos, las Homilías contra las pasiones, nos transmite imágenes de la vida cotidiana en Capadocia durante la época imperial y es una fuente de información de gran valor para la historia de la moral y las costumbres de la época. Basilio, observador minucioso, logra vívidas descripciones que le proporcionan argumentos contra aquellos que obran en oposición al ideal evangélico. El encuentro, siempre nuevo, con los Padres de la Iglesia nos brinda la oportunidad de revalorar temas y soluciones que siguen siendo actuales.
El Pseudo Dionisio Areopagita, tres heroísmos en conjunción: Biblia, Filosofía y Religión. Tres dimensiones entrelazadas, elevadas seguro hasta las cumbres de santidad y ecumenismo universal Rudolf Otto, Thomas Merton, los jesuitas, H. de Lubac, Lasalle, W. Johnston... han puesto de relieve la relación entre la más profunda religiosidad del Oriente y Occidente. Como fuente de inspiración les han servido las obras del Pseudo Areopagita, cuya conclusión más gloriosa viene a ser la Subida del Monte Carmelo y las Noches de San Juan de la Cruz. Esta edición de sus obras completas se hace tomando como base el texto crítico editado en Gotinga (Alemania) el año 1989. “La teología y la espiritualidad cristianas son impensables sin el Pseudo Dionisio. Su obra conserva perenne frescura y constante actualidad, en particular para las almas cuya respiración es la profunda oración de cada día” (Olegario González de Cardedal).
En el último volumen de su trilogía sobre la Historia de las doctrinas cristianas antes de Nicea, afronta Daniélou el encuentro del cristianismo con la cultura latina.
Necesitados de dar forma a una tradición recibida del helenismo, autores como Tertuliano están determinados por su proximidad al centro del imperio y de la Iglesia. Eso acentúa el carácter eclesiológico de su reflexión y la dota de originalidad y actualidad permanentes