
Sinopsis: Nacido en Antioquía entre los años 344 y 354, y consagrado obispo de Constantinopla en el 398, san Juan Crisóstomo está considerado como el más grande de los Padres de la Iglesia en el antiguo Oriente cristiano. Su amplio legado literario aventaja en mucho a cualquier otro escritor de lengua griega. La mayor parte de sus obras constituye un esclarecimiento de la Sagrada Escritura en forma de homilías exegéticas y sermones, aunque conservamos también diversos tratados, catequesis y cartas salidas de su pluma. No es extraño, pues, que el gran predicador del Oriente cristiano se detuviera a explicar el libro fundamental de la oración cristiana, como era el Salterio.
Normalmente el Crisóstomo desarrolla cada una de las estrofas de los Salmos, por lo que la extensión de estos comentarios adquiere muy distintas dimensiones. Entremezcla con brillantez los comentarios del texto desde una perspectiva dogmática, con consideraciones prácticas y morales llenas de fuerza y exigencia, tratando de animar a los fieles a salir de la mediocridad y a tomar el camino de la verdadera conversión. Con este objeto se prodiga en toda clase de recursos para llegar al oyente, entretenerle, captar su atención y persuadirlo a la práctica de la virtud. Toda la enseñanza que imparte el Crisóstomo gravita alrededor del texto sagrado. Es su libro de cabecera, su principal y más frecuente alimento intelectual y espiritual. Conoce la Biblia por experiencia propia, la explica, la comenta y recomienda continuamente su lectura.
La obra, debido a su extensión, se publica en dos volúmenes. En este segundo aparecen los comentarios a los Salmos 108-117 y 119-150, y en el primero los correspondientes a los Salmos 4-12, 41 y 43-49.
La presente traducción es la primera edición íntegra de la obra que se publica en lengua castellana.
El tema de la agonía de Cristo es elegido por Máximo para profundizar en la investigación sobre la distinción entre las dos voluntades de Cristo, la divina y la humana. En efecto, parecería que tuviese que haber contradicción y oposición entre la petición de Jesús de que se alejara el cáliz de la dolorosa pasión y su plena adhesión a la voluntad del Padre, como si la primera proviniese de su voluntad humana y la segunda de la divina, en antítesis entre ambas.
Máximo demuestra que entre las dos voluntades de Cristo no puede existir oposición alguna y que el momentáneo temor de la pasión es debido a la naturaleza humana de Cristo, que no puede dejar de temer a la muerte, pero que con la misma voluntad humana supera el temor en pleno acuerdo con su voluntad divina, que posee en común con el Padre.
Los Hechos de los Apóstoles son la segunda parte de la historia escrita por Lucas acerca de «todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar».
En ellos el evangelista narra la expansión de la Iglesia según se va extendiendo el testimonio de los Apóstoles desde Jerusalén a Judea, Samaría y hasta los últimos confines de la tierra.
A pesar de que unos 40 autores de la Iglesia de los primeros siglos comentaron los Hechos, sólo tres obras completas han llegado hasta nosotros: Las Homilías a los Hechos de los Apóstoles de Juan Crisóstomo, el Comentario sobre los Hechos de los Apóstoles de Beda el Venerable, y un extenso poema en latín –Historia apostólica– escrito por Arator.
En este volumen hemos incluido un gran número de textos de las dos primeras obras, así como diversos comentarios de Arator. Asimismo hemos incorporado muchos otros fragmentos de los Padres que fueron recogidos por J. A. Cramer en la Catena in Acta SS. Apostolorum.
Entre ellos podemos encontrar textos de Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Efrén de Nisibi, Dídimo el Ciego, Atanasio, Jerónimo, Juan Casiano, Agustín, Ambrosio, Justino Mártir, Ireneo, Teodoreto de Ciro, Orígenes, Cirilo de Jerusalén, Cirilo de Alejandría, Casiodoro e Hilario de Poitiers, algunos de los cuales se traducen por primera vez al castellano.
En el Hexamerón san Ambrosio comenta los seis días de la Creación a tenor del relato del Génesis. Esta obra es tenida por el más amplio y ambicioso de los tratados que dedicó a comentar el primer libro de la Sagrada Escritura, tales como el Paraíso, Caín y Abel, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José y los Patriarcas.
Dividida en seis libros, se centra en el primer capítulo del texto sagrado. Su contenido responde a nueve sermones pronunciados por el obispo milanés a lo largo de la Semana Santa del año 387, a razón de uno o dos por día.
El documento, pulido y ampliado cuidadosamente por su autor antes de su publicación, despliega ante los sentidos de sus oyentes el grandioso panorama de la obra divina, coronada por el hombre.
La doctrina sobre la Creación que Ambrosio expone en estas homilías es tan diáfana como ortodoxa. Muestra que:
a) todas las cosas han tenido un principio;
b) el mundo ha tenido un Creador;
c) también la materia es una criatura.
A todo esto se añade que Dios no sólo es el creador de todo, sino también su conservador y el guía que todo lo dirige y gobierna con su Providencia.
A partir de sus modelos, ante todo el Hexamerón de Basilio el Grande, san Ambrosio dota a su obra de notables rasgos específicos que le imprimen su sello personal, como se pone de relieve en la amplia introducción de este volumen.
Esta obra asombra aún hoy día por el gran acopio de observaciones acertadas sobre la naturaleza del mundo vegetal y animal, que culminan con la extensa descripción del cuerpo humano.
La presente traducción es la primera edición íntegra de esta obra que se publica en lengua castellana.