El gran San Ambrosio ha escrito un pequeño libro ... Se llama “Nabot”. Nos hará bien leerlo en este tiempo de Cuaresma. Es muy bello, es muy concreto. Papa Francisco (Cuaresma 2016)
En las tres obras que presentamos en este volumen y que componen una verdadera trilogía, Ambrosio se ocupa de personajes en sí dispares del Antiguo Testamento: un profeta, un propietario de la ciudad de Jezrael y un israelita piadoso del norte de Palestina.
Se trata de figuras que vivieron en épocas diferentes de la historia del pueblo judío –entre los siglos ix-viii a. C.–, es decir la última época de la monarquía y la deportación a Babilonia.
Todas ellas, sin embargo, tienen en común que sus historias han alcanzado un grado tal de ejemplaridad, que las convierte en un verdadero paradigma de comportamiento.
No tiene, por tanto, nada de extraño que el autor se haya fijado en ellas para abordar abiertamente la situación en la que vive una sociedad ya cristiana pero flagelada por los vicios de todos los tiempos.
A través de ellas, el santo obispo expresa sus preocupaciones pastorales, al zaherir en tonos duros y hasta dramáticos dos de los pecados capitales que entonces –como en todas las épocas de la historia– causaban estragos, también entre los cristianos milaneses de finales del s. iv: la lujuria en el amplio sentido de la palabra (Elías) y la avaricia (Nabot), que se refleja, entre otros desmanes, en la usura (Tobías).
No se puede afirmar, sin embargo, que estos textos sean puramente recriminatorios y se propongan simplemente mostrar los horrores de esos vicios; a la vez, presentan el atractivo de las virtudes opuestas.
Algo análogo ocurre con los otros dos, en los que, sin que se haya traducido en el título, se ensalza la virtud de la pobreza, el desprendimiento de los bienes de esta tierra, la magnanimidad hacia los menesterosos y sobre todo la generosidad y misericordia divinas, que se vuelcan sobre aquellos que saben ejercitarse en esas actitudes en el trato con sus semejantes.
Estas obras se traducen ahora por primera vez en lengua castellana.
La personalidad de Ambrosio de Milán emerge en la historia del pensamiento patrístico como uno de los Padres de la Iglesia que tuvieron un lugar más destacado en la vida cristiana de Occidente. Nacido en Tréveris hacia el año 340, se traslada a Roma en 354 y es nombrado gobernador de Liguria y de Emilia en 370. En el año 374, siendo todavía gobernador y sin haber recibido el bautismo, fue elegido obispo de Milán.
La obra que tenemos el gusto de ofrecer al lector es su célebre tratado De officiis, que hemos traducido por Los deberes. El título de este tratado ambrosiano es el mismo de otros autores clásicos latinos, como Cicerón, Séneca y Suetonio. Es más, Ambrosio tendrá a la vista sobre todo el modelo ciceroniano.
El presente tratado está dirigido por el obispo de Milán a sus «hijos espirituales», siguiendo en esto, de modo semejante, la dedicatoria del tratado De officiis del maestro de Arpino a su hijo Marco. Esta finalidad formativa es una de las claves de lectura del presente escrito, tal vez la más relevante, que nos permite calibrar la importancia de la aportación ambrosiana.
Es claro para Ambrosio que el modelo del cristiano está fundamentado en las virtudes humanas, aunque, como hacen otros Padres de la Iglesia, este basamento se ve enriquecido por las virtudes sobrenaturales recibidas en el bautismo.
Otro aspecto que está presente en Cicerón y en Ambrosio es la necesidad de utilizar las virtudes no solo como soporte de una personalidad arquetípica, sino como la única forma de hacer que esos hábitos se hagan operativos.
También queda muy patente la gran valoración que hace Ambrosio de los ejemplos de vida (exempla), que tienen delante una realidad histórica bien precisa al tratarse de figuras que se encuentran en la Sagrada Escritura.
En este volumen se agrupan tres obras de san Ambrosio que presentan indudables rasgos comunes: las tres se centran en los primeros capítulos del Génesis, fueron compuestas por la misma época y forman parte de los escritos exegéticos del gran obispo de Milán.
Si bien no se cuentan entre sus obras más estudiadas y famosas, su interés radica tanto en la importancia de los acontecimientos que comenta, como en el indudable valor literario que les confiere la extraordinaria personalidad de su autor.
Existen argumentos de suficiente peso como para afirmar que El Paraíso, Caín y Abel y Noé son el producto, elaborado en el taller de la retórica ambrosiana, de su predicación a lo largo de los años 374-378, es decir, en el período inmediatamente posterior a su sorprendente consagración episcopal el 7 de diciembre de 374.
La estructura de estas tres obras viene dada por el texto bíblico que comentan, versículo a versículo, si bien no faltan atisbos de sistematización de la materia en algunos momentos de la exposición.
También es común a todas ellas la fuerte influencia de Filón, hasta el punto de haber merecido que su autor haya sido llamado el «Filón cristiano».
En efecto, es posible detectar la presencia del filósofo judío como fuente de ideas y hasta de expresiones, pero eso no quiere decir que haya influido en la forma de pensar de Ambrosio, como se pone de relieve en la Introducción de este volumen.
En ella también se analizan algunos rasgos característicos de la exégesis ambrosiana: concre-tamente la importancia que en ella tienen los nombres, su atención a los números y la dimensión cristológica de sus comentarios al Antiguo Testamento.
La presente traducción es la primera edición íntegra de estas obras que se publica en lengua castellana.
San Ambrosio de Milán (340-397) dedicó una gran solicitud pastoral a las vírgenes cristianas. Fruto de sus desvelos pastorales son los tres tratados que publicamos en este volumen: De uirginitate, De institutione uirginis y la Exhortatio uirginitatis. Con anterioridad, en esta misma colección publicamos los escritos De uirginibus y De uiduis. De esta manera cumplimos el propósito de sacar a la luz pública todo el corpus ambrosiano sobre la virginidad en lengua castellana. El primer tratado sobre la Virginidad que presentamos comienza con unos exempla sobre la sabiduría del rey Salomón y sobre Jefté. La actuación de este último le da pie para desarrollar una homilía en defensa de la virginidad. Finaliza la obra con otra homilía dedicada a la fiesta de S. Pedro y S. Pablo. El escrito consagrado a la Instrucción de la virgen tiene una particular significación, pues en él se destaca el papel de la Virgen María como modelo a imitar por las vírgenes cristianas. Se puede decir que estamos ante una obra eminentemente mariológica que va a tener un gran influjo en siglos posteriores. Aquí se nos muestra Ambrosio como un valedor a ultranza de la virginidad de Santa María, frente a detractores como Bonoso. La Exhortación a la virginidad reproduce una homilía de Ambrosio predicada en Florencia con motivo de la traslación de las reliquias de S. Agrícola. El obispo de Milán utiliza un recurso literario que consiste en poner en boca de Juliana, viuda de uno de los mártires cuyas reliquias se habían trasladado, un discurso animando a sus hijas a vivir la virginidad. Después, Ambrosio retoma la palabra para aplicar a las vírgenes unas enseñanzas del Cantar de los Cantares. En todo el volumen se puede apreciar el dominio de Ambrosio sobre los textos bíblicos, así como la exégesis que hace de los mismos, siguiendo en este punto las líneas generales de la hermenéutica alejandrina de tipo origeniano, aunque tampoco falten aplicaciones muy concretas de carácter parenético.
La virginidad cristiana mereció una atención especial entre los múltiples quehaceres pastorales del santo obispo de Milán. Los escritos que aquí presentamos son fruto de su predicación, como la mayor parte de su producción literaria. Son cuatro tratados: Sobre las vírgenes, La virginidad, La educación de la virgen y Exhortación a la virginidad. Hay que hacer notar que el título de La educación de la virgen es relativamente moderno, pues en la tradición manuscrita se acostumbraba a denominar De perpetua uirginitate sanctae Mariae ad Eusebium. Desde los primeros tiempos del cristianismo, las vírgenes cristianas vivían una dedicación a Dios en el seno de su propia familia, aunque ocupaban un lugar distinguido en las celebraciones eucarísticas. Esta era la situación en la que se encontraban las vírgenes en el Occidente cristiano del siglo iv. No ocurría lo mismo en Oriente, donde el monacato femenino tenía ya un creciente desarrollo y las vírgenes vivían en comunidad. De todas maneras, en la segunda mitad de este siglo se empieza a notar una gran influencia del monacato oriental en el Occidente latino. El lector comprobará que Ambrosio muestra un empeño decidido en destacar el carácter sobrenatural de la virginidad, frente a las afirmaciones de quienes no entendían este modo de vivir cristiano. Las jóvenes cristianas que se decidían a llevar este género de vida tenían que superar los prejuicios del paganismo circundante, tanto por lo que se refiere a las «vestales» romanas, como a los egoísmos del padre de familia, que en aquella época ejercía un poder casi absoluto.
Las obras contenidas en este volumen ocupan un puesto de particular relieve entre los escritos de san Ambrosio. Su importancia radica en su significado histórico, litúrgico y dogmático.
Los tres escritos están estrechamente conectados entre sí, ya que se refieren a los ritos en los que los catecúmenos de la Iglesia de Milán recibían los sacramentos de iniciación cristiana. No se trata de opúsculos especulativos, sino de explicaciones dirigidas a la intelección y vivencia de la vida cristiana. Reproducen casi taquigráficamente la predicación que el obispo de Milán impartía durante la semana de Pasión y la semana de Pascua a los catecúmenos y neófitos.
La Explicación del Símbolo es el primer documento escrito que nos permite reconstruir la fórmula del Símbolo de la fe, por lo cual tiene una gran importancia para la historia del origen y evolución del Credo apostólico.
En Los sacramentos se recogen seis sermones que inician a los neófitos en la comprensión de los sacramentos que acaban de recibir en la vigilia pascual: bautismo, confirmación y eucaristía.
Los misterios, por su parte, son una reelaboración sistematizada y con un lenguaje más preciso de los seis sermones que forma el De Sacramentis.
La riqueza bíblica de las explicaciones hace que estos escritos sean un instrumento muy actual y adecuado para catequesis catecumenales de adultos.
En el escrito Sobre Abrahán, quizá como en ningún otro tratado de san Ambrosio, se nos muestra claramente su personalidad, sobre todo porque manifiesta su inclinación a la predicación moral y sus dotes exegéticas para interpretar la Sagrada Escritura. Su composición hay que situarla en los años 382-383. El personaje central es Abrahán, a quien san Pablo define como Padre de los creyentes (Rm 4, 1-25) y hombre de fe. Analizando los dos libros que componen esta obra de san Ambrosio podemos observar claramente sus diferencias. El Libro primero lo constituyen un conjunto de sermones y muestra claramente la explicación oral dirigida a los catecúmenos. El tema central del libro es la vida de Abrahán desde su vocación hasta su muerte, tal y como se narra en Génesis 12-25. Toda la enseñanza moral que transmite san Ambrosio tiene muy en cuenta las costumbres y circunstancias de su auditorio; por eso su comentario y exégesis se enriquece con referencias continuas a la vida concreta con ejemplos prácticos. El Libro segundo también está centrado en la vida de Abrahán, desde la vocación hasta la promesa del hijo, Isaac. Es evidente el enfoque y el modo de tratar los temas: abandona el tratamiento moral sencillo y simple para desarrollar las cuestiones con un sentido superior. Esto significa que abunda una exégesis alegórica y la introducción frecuente y amplia de cuestiones filosóficas. Son numerosos los pasajes del Génesis a los cuales se aplica la doble interpretación: la moral en el libro primero, y la alegórica o mística en el segundo. También las fuentes en las que se inspira san Ambrosio son distintas para el Libro primero y segundo. La presente traducción es la primera edición íntegra de la obra que se publica en lengua castellana.
En este volumen, dedicado a sus cuatro Discursos consolatorios, aparecen diferentes facetas de la biografía de san Ambrosio de Milán (340- 397) y su extraordinaria personalidad. Los dos primeros están dedicados a llorar la muerte de su hermano Sátiro, venerado aún hoy como santo en la capital ambrosiana. El De excessu fratris fue pronunciado en los primeros meses del año 378 ante su tumba, el día del entierro. En él vierte todo su dolor ante la pérdida de ese ser querido con quien le unían lazos de afecto que iban más allá de los de la sangre. El desconsuelo del obispo se desborda en un tono dramático, que convierte esta pieza oratoria en un texto siempre actual. El segundo, compuesto para una ceremonia que tuvo lugar siete días después, es conocido con razón por el nombre De resurrectione mortuorum, porque presenta rasgos de un verdadero tratado sobre ese tema, aunque no falten en él elementos propios del género consolatorio. Sólo el dato de que la simple lectura del texto habría durado unas dos horas, nos apercibe de que, antes de publicarlo, el autor lo sometió a una profunda revisión en la que demuestra su profundo conocimiento de los recursos de la retórica. Catorce años más tarde, cuando la figura de Ambrosio había trascendido los límites de la diócesis emiliana para convertirse en una personalidad de más peso público que el obispo de Roma, la muerte prematura del joven y desventurado emperador Valentiniano II (375- 392) le brindó la oportunidad de componer una histórica oración fúnebre. En ella se presenta a sí mismo como un hombre que ha sabido asumir sus responsabilidades públicas y al mismo tiempo como un pastor que se desvela por la salvación de las almas que le han sido confiadas. Apenas tres años después, el 17 de enero de 395, también en Milán, que gracias a él se había convertido en la capital fáctica del imperio romano, tuvo ocasión Ambrosio de mostrar ante el mundo la alta significación política que había adquirido su cargo. Ante el cadáver del gran Teodosio (379- 395), conjura el prelado a los militares presentes para que mantengan la fidelidad a la dinastía, a la vez que presenta al difunto como ideal de emperador cristiano. El conjunto de estos escritos ofrece en perspectiva, como ningún otro de su amplia producción literaria, las dimensiones familiar y social de este Padre de la Iglesia.
Sinopsis: San Ambrosio es uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia Occidental, juntamente con san Jerónimo, san Agustín y san Gregorio Magno. Nació hacia el año 339 en Tréveris, donde su padre era prefecto de las Galias. Por circunstancias familiares el joven Ambrosio se trasladó a Roma, donde recibió una formación esmerada; llegó a ser jurista y ejerció la abogacía. Hacia 370 fue nombrado gobernador de las provincias de Liguria y Emilia, con residencia en Milán. En diciembre de 374 –tras la muerte de Auxencio, obispo arriano de Milán–, fue elegido por el pueblo para ocupar la sede episcopal milanesa, en la que permaneció hasta su muerte, acaecida en 397. El tratado que presentamos en este volumen –De fide ad Gratianum– es una de las obras propiamente dogmáticas de san Ambrosio. Fue escrito por el obispo de Milán en respuesta a la petición del emperador Graciano, que deseaba ser instruido en la fe. Está compuesto por cinco libros en los cuales Ambrosio expone y defiende la fe del Concilio de Nicea y rebate la doctrina arriana. Ambrosio no hace una exposición sistemática, sino que expresa llanamente la doctrina sobre la fe con argumentos basados en las Sagradas Escrituras. La presente traducción es la primera edición íntegra que se publica en lengua castellana.
Sinopsis: San Ambrosio es el primer Padre de la Iglesia de Occidente que escribió un tratado sobre el Espíritu Santo.
Inspirándose en la mejor teología griega sobre el tema, muestra con argumentos de Escritura y de razón que el Espíritu Santo es Dios.
Era lo que le había pedido el Emperador en carta autógrafa, cuya publicación constituye toda una recomendación de esta obra.
La traducción de esta obra es la primera que se publica en lengua castellana.