El s. XVII ha tenido mala prensa: se lo ha llegado a llamar “siglo maldito”. Sin embargo, sin el s. XVII no existiría “modernidad” ni “ilustración”. Es el siglo del Barroco. Para España, es el Siglo de Oro de las letras. Dos orientaciones condicionan el pensamiento moral del s. XVII lacrisis de la razón (Descartes y Spinoza) y lavictoria del rigorismo.
El volumen se organiza en cuatro momentos y en nueve secciones:
El paradigma de la moral casuista:significado del s. XVII (sección 1.ª) y el paradigma casuístico (sección 2.ª).
Lectura ética del siglo XVII: variación en la ética filosófica (sección 3.ª); la moral vinculada a las expresiones de la cultura barroca (sección 4.ª); en especial a las manifestaciones literarias del Siglo de Oro español (sección 5.ª).
El discurso teológico-moral entre el laxismo y el rigorismo: la crisis de los sistemas morales (sección 6.ª); impronta jansenista en la gran confrontación con el jesuitismo (sección 7.ª); la producción teológico-moral que se da al margen de las grandes confrontaciones (sección 8.ª).
La estrecha relación entre espiritualidad y moral, sobre todo en las grandes personalidades del Grand Siècle francés (sección 9.ª).
M.Vidal demuestra que sí y lo hace con un detallado repaso al trabajo de teólogos, escritores, artistas y autores europeos. Un movimiento que influyó notablemente en la moral católica de esos años y detallado en los posteriores.
El cardenal Martini reflexiona en esta obra sobre la vida después de la muerte, el juicio y la resurrección, temas fundamentales de la fe y de la esperanza cristiana. Para ello se apoya en el último artículo del Credo apostólico: "Creo en la vida eterna", convencido de que "la muerte y la consiguiente separación de las personas que queremos no es la última palabra". Su reflexión parte del miedo a la muerte, que reconoce como un instinto inextirpable pero que es posible superar cuando el ser humano, imitando a Jesús y a María, se pone en brazos del Padre y encuentra la fuerza necesaria para mirar con confianza su destino. Tras la muerte del cardenal Martini, estas páginas adquieren el carácter de un testamento espiritual destinado a dejar profundas resonancias.
John Allen, uno de los periodistas del ámbito religioso más importantes del mundo, ofrece en este libro una visión sorprendente y provocadora de hacia dónde se dirige la Iglesia católica, basándose en el impacto de los movimientos sociales, culturales y políticos actuales, y diseña el marco en el que esta deberá dar respuesta a los desafíos de un mundo en constante movimiento. En un estudio periodístico y no teológico, y por lo tanto descriptivo más que prescriptivo, el autor presenta las diez corrientes o tendencias que considera que definen esta transformación: una Iglesia cada vez más mundial, volcada en el catolicismo evangélico, abierta al diálogo con el islam, marcada por el papel ampliado de los laicos y atenta a cuestiones como la nueva demografía, la revolución biotecnológica, la globalización, la ecología, la multipolaridad y el pentecostalismo. El libro se completa con una bibliografía para cada capítulo y un amplio índice de nombres y materias.
En la Iglesia ortodoxa tres son las realidades fundamentales: la experiencia, el culto divino y la vida ascética. Esas tres fuentes permiten profundizar en cuestiones capitales como: las personas o hipóstasis de la Trinidad, la concepción de persona que emana de la teología de los iconos, la eclesiología a partir de la iglesia local, la realización de los sacramentos desde la teología del misterio.
Felmy analiza las obras teológicas de la ortodoxia, pero también tiene en cuenta los iconos y los poemas hímnicos. Todo ello le lleva hacia la experiencia y lo experimentable de una fe que busca ser idéntica a las proposiciones clásicas que siempre se enseñaron en Oriente.
Tras examinar la cuestión del mal, puerta de ingreso en la sugestiva y extensa dogmática titulada Dios para pensar, el profesor Gesché invita a reflexionar sobre el hombre.
Pocas tareas han reclamado tantas energías en la época contemporánea como la de intentar comprender al ser humano. Su misterio ha buscado ser esclarecido desde ámbitos tan distintos como la biología, la antropología cultural, la psicología, el pensamiento político o la sociología, sin llegar a alcanzar del todo el objetivo deseado. Este aparente fracaso se ha debido en gran medida al excluyente planteamiento horizontal que se ha empleado en la resolución de tan arduo enigma.
Y sin embargo, ¿no habrá llegado la hora de sumar a los valiosos resultados alcanzados por las ciencias humanas la aportación original de la teología? Así, la propuesta de cambiar de perspectiva y contemplar desde arriba al ser humano, es decir, desde la alteridad que le proporciona el tú divino, tal vez pueda servir para romper el círculo que tiene encerrado en sí mismo al propio hombre.
El profesor Cesare Giraudo nos ofrece una reflexión sobre el significado de la celebración eucarística siguiendo el ejemplo de los Padres de la Iglesia, que «oraban y después creían, oraban para poder creer, oraban para saber cómo y qué debían creer».
Estas páginas ágiles y profundas constituyen una serie de catequesis mistagógicas sobre los diversos momentos de la plegaria eucarística, concebidos no como un sucederse de partes deslavazadas, sino como una unidad capaz de conducirnos al corazón del misterio cristiano.
Se trata de un intento de analizar la eucaristía no desde la mesa de estudio, sino «en la iglesia», a partir del lugar y el momento de la misma celebración. Así, el redescubrimiento de la eucaristía será también el de la Iglesia, es decir, el cuerpo eclesial formado por los participantes.