Entre los destinatarios de la evangelización hay que incluir a los propios cristianos. Solo unos cristianos evangelizados estarán capacitados para transmitir el evangelio y, por consiguiente, para evangelizar a los demás; solo una Iglesia evangelizada podrá ser una Iglesia evangelizadora, obediente al Señor del Evangelio.
La forma o el estilo con que el cristiano está en compañía de los hombres es determinante: del «cómo» depende la misma fe, porque no es posible anunciar a un Jesús que narra a Dios con mansedumbre, humildad y misericordia, y hacerlo con un estilo arrogante, con intransigencia o incluso con actitudes que pertenecen más bien a la militancia mundana. Y precisamente para salvaguardar el estilo cristiano es necesario también resistir a la tentación de hacerse valer y alardear de fuerza numérica. La fe no es cuestión de número, sino de convicción profunda y de grandeza de alma, de capacidad de no temer al otro, al diferente, sino de saber escucharle con dulzura, discernimiento y respeto. Del estilo de los cristianos en el mundo depende la escucha del Evangelio y su acogida como buena o mala comunicación y, por consiguiente, como buena o mala noticia.
ENZO BIANCHI (1943), fundador y prior de la comunidad monástica de Bose, es autor de numerosos textos sobre la espiritualidad cristiana y sobre la gran Tradición de la Iglesia, que han sido escritos teniendo siempre en cuenta el mundo y la cultura actuales. La Editorial Sal Terrae ha publicado, además de su «bestseller» Por qué orar, cómo orar, otras dos obras suyas: Jesús y las bienaventuranzas y Una lucha por la vida.
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la salvación! Esta bella frase del profeta Isaías constituye un buen resumen del libro dirigido por Bianchi a los sacerdotes.
La celebración y la Palabra se revelan en la vida del presbítero como un arte que debe protegerse y desarrollar. No se trata, pues, de meras actividades que caracterizan una profesión o de simples acciones que deben realizarse, sino de una sensibilidad que brota de la unión con Cristo y se comunica con la delicadeza de la ternura.
Desde su profunda experiencia monástica y pastoral, Bianchi se esfuerza por ayudar a los sacerdotes a valorar y ejercer con esmero y belleza la presidencia de las celebraciones litúrgicas, y a prestar amorosa atención a la palabra de Dios, alimento para su vida y objeto de su acción pastoral.
En los primeros tiempos del cristianismo, el término «parroquia» hacía referencia a la comunidad de cristianos que habitaban en un lugar determinado, como otro grupo más de ciudadanos. Con todo, vivir entre los hombres nunca les hizo perder su condición de «peregrinos».
Con el tiempo, la parroquia ha pasado a convertirse en una estructura fundamental para la Iglesia: gracias a ella la Iglesia de Dios se hace presente en un lugar concreto, en su seno somos engendrados a la fe, en ella aprendemos a ser cristianos en medio de la vida cotidiana, ella es presencia evangelizadora entre los hombres.
Pero tanto las circunstancias actuales como la propia exigencia de ser fiel a su identidad y misión hacen que la parroquia deba adaptarse y renovarse. Y para ello no es necesario inventar nada, sino sobre todo profundizar con sencillez en sus rasgos fundamentales: la celebración de la liturgia y la escucha de la Palabra, la comunión, el testimonio y el servicio a todos aquellos que lo necesitan.
ENGLISH
"Parish"
Bianchi’s reflection on the parish leads us to perceive the need for renewal. This requirement arises both from the current situation and the need to be faithful to its deepest identity.