Desde el primer momento como Papa electo, u obispo de Roma, apelativo que él mismo prefiere, el hasta hace poco cardenal Jorge Mario Bergoglio dio señales claras al mundo de los cambios que traerá su pontificado. La misma elección del nombre de Francisco nos indica su prioridad por ser como Francisco de Asís, el santo que vivió en la pobreza y que consagró su vida a los más desamparados.
Su manera directa y espontánea de romper el protocolo y acercarse a la gente, su sencillez, que destaca en un Vaticano cargado de símbolos de pompa mundana y riqueza material y, entre otras cosas, la petición al clero de llevar una vida irreprochable hace que toda la sociedad tenga depositada una gran esperanza y confianza en esta nueva etapa que se inicia ahora.
A través de sus propias palabras, sus ideas y los recuerdos más personales del papa Francisco, Andrea Tornielli, uno de los vaticanistas más prestigiosos en la actualidad, nos presenta el retrato de este jesuita argentino que gobernará una Iglesia dividida y que está llamado a ser el artífice de una importantísima transformación que sin duda cambiará el siglo XXI.
Tenía diecisiete años en aquel lejano año de 1944 en que decidió dejarlo todo para consagrarse en cuerpo y alma a la Compañía de Jesús, que acabaría llevándole a convertirse en sacerdote, teólogo y cardenal de la diócesis más grande de Europa. Esta y muchas otras cosas nos refiere el vaticanista Andrea Tornielli en esta semblanza, en absoluto hagiográfica, que retrata la parábola humana, espiritual e institucional de la vida de una de las figuras más carismáticas de la Iglesia católica posconciliar.
Cardenal de la atención a los últimos y la acogida a los inmigrantes, del ecumenismo y la confrontación con otras religiones, Martini fue también un hombre atento a las instituciones y a la ética pública, capaz de increpar a políticos de derechas y de izquierdas y de denunciar con años de anticipación la corrupción de Tangentopoli. Biblista de fama internacional, no desdeñó indagar las cuestiones más complejas: desde el final de la vida hasta la fecundación artificial, desde el celibato de los sacerdotes hasta la acogida pastoral de los divorciados y los homosexuales, desde la escuela católica hasta la libertad de educación...
Señalado por la prensa como «papable», adujo como impedimento para acceder al solio pontificio la enfermedad de Parkinson, ya en fase avanzada, reafirmando su deseo de dedicarse a sus antiguas pasiones: Jerusalén y el estudio de las Sagradas Escrituras.
Entre bastidores emerge en estas páginas la vida de un hombre que fue capaz de marcar de modo significativo la sociedad italiana y el catolicismo en los años de la secularización y la crisis de los creyentes y que en su última entrevista afirmó: «La Iglesia lleva un retraso de 200 años».